Reseña de cómic
X-Men: Días del Futuro Pasado, de Chris Claremont y John Byrne
Norman C
Editorial original: Marvel
Editorial: Panini Comics
Guion: Chris Claremont
Dibujo: John Byrne
Verano de 1991: entro a mi kiosco habitual y entre las novedades quedo hipnotizado por una portada de llamativo color naranja donde aparece la formación de La Patrulla-X dibujada por Byrne. Al ver el precio de 525 pesetas me entran sudores, ya que nunca había pagado tanto por un cómic. Antes de que me arrepienta, me voy hacia la caja para hacerme con aquel ejemplar de Días del Futuro Pasado, consciente de que me estoy llevando una joya.
Retrocedamos hasta 1981: hacía muy pocos meses que los mutantes habían vivido uno de los mejores momentos de su historia con La Saga de Fénix Oscura. Claremont y Byrne, una de las mejores parejas artísticas de la historia de Marvel estaban a punto de separar sus caminos para siempre ante sus cada vez mayores discrepancias sobre los argumentos o los diálogos reescritos por Claremont a última hora, pero todavía quedaba un último canto de cisne que marcaría décadas enteras de historias de la franquicia.
Comenzamos asistiendo a un oscuro futuro donde los mutantes están al borde de la extinción y son retenidos en campos de concentración por los Centinelas, que se han hecho con el control de Estados Unidos y tienen al mundo al borde de un conflicto de consecuencias incalculables.
Un campo lleno de lápidas con conocidos nombres nos deja claro desde el principio el tremendo precio que nuestros héroes han tenido que pagar.
Los escasos supervivientes de La Patrulla-X maquinan un plan desesperado: enviar al pasado a Kitty Pryde para intentar impedir un asesinato que acabará desencadenando el apocalíptico futuro en el que viven.
Comienza así una narración que alterna escenas del futuro y el presente donde seremos testigos de la lucha contrarreloj por seguir con vida y lograr cumplir la misión en la que se enfrentan tanto a La Hermandad de Mutantes Diabólicos liderada por Mística como a los temibles robots cazadores de mutantes.
En menos de cincuenta páginas y apenas dos grapas, Claremont y Byrne dan un absoluto recital y una clase magistral de cómo contar una gran historia que pasó a convertirse en clásico instantáneo.
El drama, la angustia, los giros inesperados y la acción no dan tregua y nos dejan impactantes momentos que quedaron grabados a fuego en la memoria de los lectores.
También sería una de las primeras muestras de lo grande que iba a ser Kitty, aparecida por primera vez escasos números antes, acabaría convertida en un pilar fundamental del grupo gracias a la evolución modélica como personaje de la que gozó de la mano de un Claremont que brilló especialmente en el desarrollo de las heroínas mutantes. De hecho, otro de los momentos fuertes del arco nos muestra a una Tormenta que acaba de asumir el liderazgo tras la marcha de Cíclope y no titubea a la hora de reprender a Lobezno.
Si el guion es sobresaliente, el dibujo de un Byrne en todo su esplendor no se queda en absoluto atrás. Aunque su marcha nos permitió gozar de un excelente autor completo, es inevitable pensar en las grandes historias que podrían habernos regalado de continuar su colaboración unos años más.
A nadie se le escapa el notable parecido del argumento del cómic con el de la mítica Terminator, rodada tres años después. Aunque James Cameron asegura que la inspiración le surgió después de tener una pesadilla.
Y como no podía ser menos, el arco acabó adaptado al cine en la cinta del mismo nombre dirigida por Bryan Singer en 2014 en la que se cambiaban bastantes detalles, entre ellos que el viajero temporal fuese Lobezno, aprovechando la enorme popularidad del personaje interpretado por Hugh Jackman y donde se apostaba por reunir a actores de la trilogía original con los nuevos intérpretes de los personajes.
Otra curiosidad es que el prestigio publicado por Forum omitía la última página del número 142, al tratarse de un epílogo sin relación con la trama principal. Muchos lectores tardamos años en descubrir aquello.
En resumen, nos encontramos ante una de las historias imprescindibles del grupo y el auténtico broche de oro para una excelente etapa. El máximo exponente de que lo bueno, si breve, dos veces bueno.