Reseña de cómic
Los 4 Fantásticos: Terror en una pequeña ciudad
de John Byrne

Oscar Ríos
@riospa72


Editorial USA original: Marvel Comics
Guión y dibujo: John Byrne
Contenido: Fantastic Four #236

Hoy quiero hablaros de una de esas pequeñas grandes historias que si las lees a la edad adecuada marcan un antes y un después en tus gustos y aficiones.
En esta reseña quiero hablaros de una grapa, pero no es una simple grapa. Sino la que conmemoro el 20 aniversario del primer grupo de Marvel Comics. Me refiero como no al número 236 de Los 4 Fantásticos.

Lo primero que hemos de decir es que Byrne tan solo llevaba 4 números al timón de la colección, cuando le toco realizar un cómic digno de 2 décadas de historia. Pero el Byrne que llego a los 4 Fantásticos era un autor deseoso de demostrar al mundo que era un autor completo y no un “simple” dibujante. Desde el primer número titulado “retorno a los orígenes” (FF 232) el lector comprende el empuje y la seriedad con el que el autor había cogido la serie.

Byrne tenía muy claro desde el primer momento que venia a marcar una época y ese deseo de innovar y agradar lo vemos plenamente en este cómic, que no por nada la edición española de este cómic  comenzaba  con una entradilla que rezaba:

“(…) la más inverosímil aventura jamás narrada por John Byrne!”

AVISO
ESTA RESEÑA PUEDE CONTENER SPOILERS SOBRE EL NÚMERO 236 DE LOS 4 FANTÁSTICOS

La historia comienza contándonos por enésima vez el viaje que dio inicio al los 4 Fantásticos, pero lo hace con un tono sorprendentemente oscuro. Inmediatamente descubriremos que eso se debe a que no es otra cosa que una pesadilla de un Johnny Storm que nada recuerda de su vida como superhéroe.

Johnny y el resto del cuarteto viven en un idílico pueblo llamado Liddleville en la que todos podemos ver el prototipo de pueblo que las películas norteamericanas de los años 60 nos han mostrado.

Pues bien, en esta extraña realidad el cuarteto es feliz. Ben este casado con Alicia (ver aquí relación entre ambos) y regenta un bar frente a la tienda de juguetes del padrastro de esta. Johnny es un joven aburrido que desea marchar a Nueva York. Sue es un ama de casa y Reed un profesor martirizado por su superior un enigmático Vicent Vaughn. Este no se cansa de atormentar a Reed tratándolo como un incompetente y haciéndolo dudar de sus propias capacidades.

La monótona vida de nuestros protagonistas solo es rota durante la noche, cuando una serie de pesadillas, que el propio Johnny califica como propias de “En los limites de la realidad” (serie a la que por cierto Byrne era un gran aficionado) Las pesadillas de todos se entrecruzan, pues no son otra cosa que retazos de su vida real.

Tras un pequeño y fortuito accidente Reed llega a la conclusión de que son robots y que están siendo controlados por el padrastro de Alicia. Tras un breve enfrentamiento con Philip Masters, descubriremos no solo la verdadera identidad de la mente tras el plan. Que no es otro que el Doctor Muerte,, sino que en realidad LiddleVille es una diminuta maqueta y que las psiques del cuarteto están imbuidas en unos pequeños muñecos.

A partir de ese momento el cómic se convierte en una ci-fi terrorífico. Terminando este con un final que tendrá muchas repercusiones en el futuro del Doctor Muerte y del cuarteto.

Ninguna pega se le puede poner al guion de John Byrne. Llego a la colección con las ideas claras. Intercalando historias de carácter cósmico (esta historia narrada inmediatamente después del enfrentamiento con EGO el Planeta Viviente) con otras de carácter más mundano, como la presentación en sociedad de la encantadora

En Terror en una Pequeña ciudad, Byrne emplea hábilmente sus conocimientos de las series y películas de ci-fi y terror con las que había crecido demostrándonos su capacidad como guionista.

En el aspecto gráfico, hemos de recordar que este es un Byrne que se entinta a sí mismo, por lo que podemos ver su arte en estado puro. John Byrne se recrea con el dibujo de unos “mini” 4 Fantásticos enfrentándose a las amenazas de un mundo a tamaño real, brindándonos una excelentes paginas que se graban en la retina del aficionado.

¿Se puede pedir más a una humilde grapa? Personalmente, creo que la respuesta es «no».

 

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