Reseña de cómic: 
EGO, el planeta viviente

Oscar Ríos
@riospa72


La Marvel de los 60 parecía ser capaz de soportar cualquier concepto por disparatado que este fuese, algunos como el de Galactus, el devorador de mundos, fueron gloriosos aciertos que aún hoy son parte central de la compañía, otros como el Infant Terrible fueron rápidamente desechados y otros, pese a ser tan disparatados como para tener todas las papeletas para ser desechados, tenían un je ne sais pas que que les impide ser olvidados. En esta última categoría es donde se encuentra Ego, el planeta viviente.

Por todos es sabida la predilección que Jack Kirby tenía por la temática cósmica. Aún antes de que Erik Von Däniken publicase Recuerdos del futuro, la febril imaginación de Kirby ya abordaba en sus obras conceptos como civilizaciones pasadas ultra avanzadas, visitantes del espacio exterior o este que nos trae aquí. Un planeta con consciencia que viaja por el espacio alimentándose de otros mundos.

Tras la maravillosa Trilogía de Galactus (marzo a mayo de 1966), el tándem Lee/Kirby continuó buscando nuevos personajes que impactasen en el lector. El problema es que tras crear un semidios como Galactus, poco de lo que creasen podría ser más impactante. La respuesta a esto fue brillante en su simplicidad, si ya tenían a Galactus, el Devorador de mundos, ahora nos presentarían a un mundo devorador.

En septiembre de 1966 apareció en los quioscos el Thor #132 y en el pudimos ver la impresionante imagen de un planeta con consciencia. Ego, el planeta viviente.

¿Pero, quién es Ego? En los albores de nuestro universo, un científico se fusionó con un planeta dando como resultado algo muy diferente a la suma de ambos, la entidad resultante se autodenomino a así misma como Ego, el planeta viviente.

En su anhelo por sobrevivir, Ego comenzó primero a absorber viajeros y naves espaciales, pero según pasaba el tiempo sus planes y hambre aumentaron, pasando a devorar planetas. Es en ese momento cuando los Colonizadores Rigelianos entraron en juego, pues temían que la propia Rigel fuera consumida por Ego. No entraremos aquí a relatar esta primera aparición de Ego, pues ese no es el propósito de esta reseña, tan solo diremos que pese a ser derrotado por Thor y verse obligado a prometer que abandonaría sus planes de dominio galáctico, no tardaría mucho en volver a las páginas del héroe asgardiano.

Como es lógico, no tardó en llegar el enfrentamiento entre Ego, el planeta viviente y su depredador natural, Galactus, el devorador de mundos. Sólo gracias a la intervención del Dios del Trueno, Ego pudo escapar al hambre de Galactus y en gratitud el planeta permitió que los supervivientes del primer planeta que fue devorado por el titán viviesen en su superficie, desgraciadamente para ellos, con el tiempo Ego cambio de actitud y terminó absorviéndolos.

Años después (4 Fantásticos #234 y 235), y de la mano de John Byrne, pudimos ver cómo Ego llegó hasta las proximidades de la Tierra en busca de venganza contra Galactus. En dicha historia, que por momentos puede recordarnos la película de 1966 Viaje fantástico (20th Century Fox) pudimos ver la complejidad de Ego como sistema viviente.

Tras esto llegaron sus apariciones en Rom, en Silver Surfer o, de nuevo, en la colección de Thor, entre otras, devolviendo a Ego al panteón de los seres cósmicos Marvel del que nunca debió salir.

Recientemente, el personaje ha vuelto a recuperar cierta popularidad al aparecer en Guardianes de la Galaxia 2, interpretado por el siempre interesante Kurt Russell. En esta película, Ego se autoproclama como un Celestial.

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