Reseña de Cómic
Valois de Gloris, Calderón y Felideus

Valois T1: El espejismo italiano
Valois T2: Si Deus pro nobis, quis contra nos?
Edición española: Yermo Ediciones T1 (III-2018); T2 (VI-2019), siguiendo la edición original francesa de Delcourt T1 (I-2018); T2 (I-2019)
Guion: Thierry Gloris
Dibujo: Jaime Calderón
Color: Felideus (seudónimo de Juan Parra)
Traductor no acreditado
48 páginas c/u
Encuadernación en cartoné

Decía Sergi Vich en su interesante libro La historia en los cómics (Ediciones Glénat, 1997) que con la creación de la revista Vecú en 1985, amparada bajo el impulso de Henri Filippini, el cómic de género histórico dentro del seno de la escuela francobelga tomó un rumbo completamente nuevo, en el que algunos autores intentaban reconstruir épocas pasadas en toda su complejidad, aprovechando al máximo las posibilidades del medio, a la vez que advertía de los excesos que limitasen la agilidad propia del discurso historietístico.

Las raíces de esta corriente parten del mismísimo Hergé, que de un forma sistemática se documentaba exhaustivamente para poder dotar a sus historias de una mayor verosimilitud, siendo su colaborador Jacques Martin un auténtico pionero a lo hora de adoptar un marco histórico creíble para todas las series que desarrolló durante su carrera en solitario.

Mucho ha evolucionado el panorama desde esos años. Se calcula que actualmente, cada año se publican en el mercado francófono más de quinientos álbumes con temática histórica. Se otorgan varios premios al género, como el Château de Cheverny o el que organiza la Fundación Cognito. No es de extrañar, por tanto, el que haya autores que se hayan especializado en el género. Ya no basta con cuidar el ambiente y la caracterización de sus personajes, sino que se exige rigor y minuciosidad en todos los ámbitos. Hace falta recrear con exactitud los emplazamientos que se utilizan como marco temporal de la acción (que, además, han de estar desprovistos de anacronismos). Esta práctica se extiende también al resto de elementos de la historia: vestimenta, herramientas, armas o medios de transporte deben ser reproducidos de una forma totalmente fidedigna, incluyendo también otros aspectos no relacionados con la representación gráfica: ya no son admisibles argumentos que entren en contradicción con los acontecimientos establecidos de forma genuina por académicos e historiadores, pero es que ese mismo rigor se aplica a los usos y costumbres de los personajes.

Lógicamente, tal tarea exige una ardua labor de documentación, por lo que cada vez es más frecuente el asesoramiento, cuando no la participación directa, de historiadores, investigadores y estudiosos tanto en la elaboración del guión como en la supervisión del dibujo.

No es género fácil de llevar a cabo: en efecto, tal y como advertía Sergio Vich, un exceso de academicismo agarrota las historias, obteniéndose productos más cercanos a un ensayo profusamente acompañado de ilustraciones que a un tebeo propiamente dicho. La composición   y las reglas narrativas del cómic están sujetas a una dinámica muy difícil de dominar, tarea en la que brillantes escritores, buenísimos dibujantes y reconocidos ilustradores han fracasado una y otra vez.   

Para ilustrar esta dificultad, me viene a la cabeza un ejemplo fascinante: 1212: Las Navas de Tolosa, de Jesús Cano de la Iglesia (álbum publicado por Ponent Mon en 2016). Un dibujo excepcional, un rigor histórico exquisito, un trabajo más que sobresaliente desde muchos puntos de vista, pero desde el exclusivamente narrativo resulta un pésimo tebeo. En el extremo opuesto se encontraría el francés Jean-Yves Milton, autor que no duda en tomarse todo tipo de licencias e incurrir en fraglantes inexactitudes, porque lo que le interesa es narrar la barbarie producida por la especie humana hacia sus semejantes, una constante de todas las épocas. Esa falta de rigor histórico es capaz de producir, por el contrario, trepidantes y sugestivas obras como Atila o Quetzalcoatl.

Uno de los recursos más frecuentes para conseguir una dinámica mas ágil en el cómic histórico es recurrir a la narración de acontecimientos o hechos donde todavía existen grandes lagunas en lo que a fuentes históricas se refiere. De esa forma, la libertad creativa y la imaginación pueden explayarse a gusto y los autores se liberan de ataduras y dan rienda suelta a todo tipo de fantasías. Otras obras simplemente se ambientan en un momento histórico relevante del que sus protagonistas son meros testigos: estos personajes completamente imaginados permiten así la elaboración de tramas paralelas que suelen cargar con el peso de la narración y que, por tanto, proporcionan cierta libertad a sus autores.

Esta última modalidad es la que, en parte, ha escogido Thierry Gloris, el guionista de Valois, para la realización de esta serie: utiliza a una pareja de jóvenes, Henri Guivre de Tersac, hidalgo de Brie sin dinero y Blasco de Villalonga, proscrito de la justicia, hijo de un comerciante de Barcelona, como pretexto para recrear una obra que narra la invasión de Nápoles por parte de Carlos VIII de Francia.

Me resulta tremendamente difícil de entender que este tipo de obras no vengan acompañados de un dossier histórico que introduzca en el contexto de la época al lector, máxime cuando se trata de acontecimientos con los que no tiene porque estar familiarizado en absoluto. Además de resultar una excelente complemento de su lectura, colaborarían de una forma tremendamente inteligente en la difusión de la Historia. En esta ocasión, la escasa información de la que se provee al lector para la lectura procede de las guardas del álbum, donde se presentan brevemente a una docena de personajes históricos que resultan relevantes en la trama de la serie.

Al finalizar la Guerra de los Cien Años terminan también las pretensiones de los Plantagenet sobre el trono de Francia. La casa Valois, la de la Flor de Lis, ve así finalmente reafirmado su derecho al trono de un reino conformado por un país con unas fronteras muy similares a las que tiene hoy en día. El padre de Carlos VIII, Luis XI, había limitado extraordinariamente el poder de la nobleza, en gran parte debido a la política adoptada por su yerno y consejero, Pedro de Beauju, personaje que tiene un rol secundario en esta serie. No es el caso de su esposa Ana, que asumirá la regencia cuando muere Luis XI, ya que su hermano Carlos tiene todavía trece años, y que goza de mayor protagonismo en estos álbumes.

Como consecuencia de la política absolutista de Luis XI, la nobleza verá en la regencia una oportunidad para recuperar el terreno perdido, situación que conducirá a la llamada “Guerra Loca”. El principal oponente de Ana será su primo, cuñado y hermano adoptivo, Luis de Orleans, otro de los personajes relevantes de la serie y cuyo destino último no desvelaré para no fastidiar a sus seguidores. Para completar el cuadro de personajes históricos habría que incluir a la mujer Carlos, Ana de Bretaña, obligada a casarse con el rey, ya que de esta forma se anexionaba el condado a la corona, toda vez que también se había levantado en armas con a la corona.

La acción comienza justo después de que el joven rey haya accedido trono. Luis de Orleans ha sido perdonado y forma parte del consejo real, junto con Pedro de Beauju y otros personajes que irán jugando su papel a lo largo de la serie, como Guillaume Briçonnet, secretario del tesoro y obispo de Saint-Malo o el mariscal Pierre de Rohan-Gié.

Thierry Gloris no concede demasiadas concesiones al lector: no se molesta en presentar a ninguno de los personajes y mucho menos en ahondar en sus motivaciones. No tiene tiempo, ya que hay que contar muchas cosas en pocas páginas. En el otro extremo se sitúa el pormenorizado dibujo de Jaime Calderón, cada vez más trabajado y realista. Si antes este nivel de detalle se veía reflejado sólo en las portadas y algunas ilustraciones, aquí se generaliza por todas partes.

No es fácil mantener el ritmo narrativo con este estilo de dibujo. Por un lado, no hay duda de que el dibujo de Calderón contribuye enormemente a crear un efecto de realismo indiscutible. Por el otro, si bien los anteriores trabajos del autor catalán transmitían bastante hieratismo, lastrando el devenir de la narración, en Valois se nota una evolución considerable, y si bien ese efecto no ha desaparecido del todo, la dinámica de la historia es muy superior a, por ejemplo, su anterior trabajo en Isabel, la loba de Francia (2012-2014), realizada por los mismos autores.

En este sentido, el trabajo del colorista madrileño Felideus es determinante, pues su contribución para conseguir dotar a todos los personajes de una mayor viveza es notable, resultando por ello  bastante más naturales que en cualquiera del resto de álbumes realizados por Calderon.

No faltan en esta obra las viñetas preciosistas dedicadas a la arquitectura. El lector podrá disfrutar de imágenes de la basílica de Santa María del Mar en Barcelona, los châteaus de Amboise y de Plessi-lèz-Tours o el castillo de San’t Angelo en el primer álbum; la fortaleza de Rocca de Ravaldino en Forli, el castillo Sforzesco de Milán o la recreación de la antigua basílica de San Pedro en Roma, en el segundo. Sin embargo, podría decirse que Jaime Calderón no desease lucirse en esta clase de viñetas, como suele hacerse frecuentemente en este tipo de series. Las representa, pero no parece que intente deslumbrar con ellas, sino que más bien las utiliza porque son los escenarios precisos donde se desarrolla la acción.

El argumento se va expandiendo a medida que avanza la acción. Uno de sus pilares será el enfrentamiento entre el recién elegido Papá Alejandro VI, Rodrigo Borgia, y su enemigo jurado, el poderoso cardenal Giuliano della Rovere, que le acusa de simonía por haber comprado los votos necesarios para salir elegido en el cónclave de 1492. Roma se encuentra en el trayecto hacia Nápoles, por lo que della Rovere confía en que el rey francés se decida a terminar con el Papa. La pelea por el poder eclesiástico es la excusa perfecta para hacer desfilar por las páginas de las serie a los tres hijos ilegítimos del Papa y su lujuriosa amante, Julia Farnesio, y de paso, dar pie a numerosas intrigas que comenzarán a urdirse desde ese momento. Igual de interesantes resultarán la intervención de otros personajes como Ludovico Sforza, que traerá consecuencias en todos estos frentes, o el determinante papel del condotiero Vitellozzo Vitelli, señor de Montone.

El apasionado de la historia disfrutará con los numerosos detalles que se hayan entre las viñetas de Valois: podrá observar la fuente de inspiración militar que genera Alejandro Magno y la supremacía absoluta de los cañones franceses ante las frágiles murallas medievales italianas; será testigo de las nuevas tácticas de infantería armadas con pica y espada y podrá descubrir el insospechado origen de uno de los tapices más famosos de la Historia del Arte.

Habrá que ver cómo evoluciona la serie en futuras entregas. La sensación que a uno le queda después de terminar de leer el segundo álbum es que lo mejor está por venir.

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