Reseña de Libro
La Secuencia Gráfica: El Cómic y la Evolución de su Lenguaje
de Roberto Bartual
Lorenzo Araya Suárez
Editorial: Ediciones Marmotilla
Autor: Roberto Bartual
Encuadernación en rústica con solapas. Color. 214 páginas.
1ª edición: diciembre de 2020
ISBN: 978-84-09-25157-5
Precio: 25,00 €

La tradición de obras teóricas sobre cómic en España no es muy larga ni su volumen muy copioso. Este «La secuencia gráfica» llega para establecer un punto de referencia ineludible para futuros tratados sobre la materia.
Se nos podrá replicar que la «Historia de los cómics» dirigida por Javier Coma bajo encargo de Josep Toutain va para cuarenta años desde su publicación original, y que el propio Coma tenía libros sobre el tema incluso anteriores. Y que ni siquiera su caso es aislado, pues se añadirían a la lista a Salvador Vázquez de Parga y su excelente «Los cómics del franquismo» (1980) o al célebre Terenci Moix, con su muy defectuoso (por moverse en una empanada de estructuralismo mal asimilado), pero con ciertas felices ocurrencias, «Historia social de los cómics» (originalmente «Los cómics, arte para el consumo y formas pop», 1968). Y eso entre muchos otros.
Sin embargo, todas ellas son historias, totales o parciales, del cómic; no teoría sobre el cómic.
Concedido esto, aún se nos podrá objetar que precisamente español es el imprescindible «El discurso del cómic», de Luis Gasca y Román Gubern, cuya primera edición está fechada en 1988. Pero esta obra, monumental y de obligada consulta, tampoco es sensu stricto una obra teórica sobre el cómic, sino una enciclopédica enumeración de recursos semióticos del cómic, profusamente ejemplificados mediante imágenes de historietas reales, pero sin ninguna organización sistemática detrás, sino más bien temática (gestos, símbolos cinéticos, ideogramas, tipos de globos de texto…).
Habrá que mirar ya en el siglo XXI para que teóricos españoles empiecen a publicar auténticos trabajos sobre el lenguaje tebeístico. Y, por regla general, como reelaboraciones de textos universitarios, normalmente tesis doctorales. Ahí tenemos «Sinfonía Gráfica» (2000), del conocido dibujante Sergio García Sánchez, donde ensaya nuevos caminos narrativos del cómic; también «Análisis e interpretación del cómic: ensayo de metodología semiótica» (2004), un texto que no he tenido la oportunidad de leer aún; y algo más tarde, en 2009, aparecerá «La arquitectura de las viñetas», que por edición y pretensiones es el primer gran tratado sobre cómics originalmente español y que, a pesar de algunos aspectos mejorables de presentación y exposición, es punto de apoyo para cualquier bibliografía en español.
Más recientemente hemos podido disfrutar del sugestivo «Cómic, arquitectura narrativa» (2017), de Enrique Bordes, que investiga aspectos más concretos del lenguaje tebeístico: la planificación de la página y su relación con la arquitectura.
También en 2017 se publica la primera parte del libro que aquí nos ocupa: «Narraciones gráficas». En realidad, se trata de la tesis doctoral de Roberto Bartual, publicada en dos partes. En la primera, el foco se ponía en la evolución de la narración mediante imágenes hasta llegar al surgimiento del cómic como medio. Un tema cuyo antecedente más obvio es el pormenorizado trabajo de investigación de David Kunzle.
Nos parece curioso este empeño por iniciar obras teóricas sobre el lenguaje narrativo del cómic con estas arqueologías, como si una descripción estructural necesitase de justificación histórico-evolutiva. Dicha arqueología la encontramos ya en el texto que inaugura oficialmente la teoría sobre el cómic: el «Understanding Comics: The Invisible Art» (1993), del también autor de cómics Scott McCloud. Pero también en el mencionado «Cómic, arquitectura narrativa» de Enrique Bordes.
El problema no es solo que tales arqueologías sean metodológicamente discutibles, hasta el punto de que, por ejemplo en el caso de McCloud, caen en la pura anacronía; sino que son completamente innecesarias. Casi parecen más una excusatio non petita por tratar de un tema tan, al parecer, insignificante como son los cómics; un intento de darle dignidad a este medio por la vía vergonzosa de entroncarlo con manifestaciones artísticas más reconocidas por el público culto. No es el lugar para entrar en discusiones de detalle, bástenos apuntar que, a fin de cuentas, el propio concepto de lenguaje termina conduciendo a, si pretendemos describirlo, hacerlo en términos exclusivamente estructurales. O sea, no importa cómo ha sido el proceso histórico para que la palabra «mesa» signifique mesa, solo que que lo signifique es posible exclusivamente porque hay dos dimensiones ordenadas que comparten una misma estructura: la del significante y la del significado.
Es cierto que Roberto Bartual esquiva este error dividiendo su tesis doctoral en dos libros diferentes y, también, no cayendo nunca en la tentación anacronizadora de denominar como cómics a manifestaciones de narrativa gráfica previas a las publicaciones de Rodolphe Töpffer.
Llegamos por fin a este «La secuencia gráfica». Su subtítulo reza: «El cómic y la evolución de su lenguaje». Sin embargo, no precipitemos una valoración negativa, porque esta evolución no es tanto un proceso meramente historiográfico (por tanto, carente de interés en una descripción lingüística), como la constatación en ejemplos históricos de la incorporación de formas narrativas en el lenguaje del cómic.
En esta línea de investigación la bibliografía es más escasa. Aunque es cierto que ya Will Eisner ensayó en este territorio con su «Comics and Sequential Art» (1985), y que él mismo también había ejercido como historiador del medio (por ejemplo, en la novela gráfica «The Dreamer», de 1986). Pero en el primer caso se trata más bien de un manual del arte de hacer cómics, y en el segundo, de parte de su autobiografía.
Sin embargo, como ya hemos mencionado, el que se considera de manera general como primer estudio sistematizador sobre el lenguaje del cómic es «Understanding Comics: The Invisible Art» (1993) de Scott McCloud, que establece unas categorías y una terminología que suponen un primer suelo de arranque para la descripción rigurosa de dicho lenguaje, aunque cae en el error antes mencionado de la justificación en forma de enfoque diacrónico: según McCloud, ya había cómics en el Paleolítico.
En todo caso, el principal obstáculo que presenta el libro de Scott McCloud es precisamente su éxito e influencia, que han provocado que algunas de sus categorías se hayan enquistado como tópicos y, así, hayan terminado dificultando el avance de análisis más ajustados. En cierto sentido, como veremos, «La secuencia gráfica» se ocupa en combatir estos lugares comunes de la teoría sobre el lenguaje del cómic.
Para no extendernos más en este preámbulo bibliográfico, el trabajo teórico se puede resumir en dos libros que sirven como base de toda investigación en esta materia: «Systéme de la bande dessinée» (1999), de Thierry Groensteen (como Eisner y McCloud, él mismo un autor de cómics), y «The visual language of comics» (2013), de Neil Cohn. Groensteen perfila y desarrolla lo ya construido por McCloud. Cohn, por su parte, toma una dirección totalmente diferente y, a partir de las ciencias cognitivas, se concentra en describir cómo se organiza la secuenciación narrativa mediante imágenes. Lo interesante del enfoque de Cohn es que permite distinguir entre narración a través de iconos (o sea, un lenguaje visual) y cómic (que sería, entonces, simplemente una aplicación particular de aquel lenguaje visual).
Pues bien, Roberto Bartual, en «La secuencia gráfica», dialoga principalmente con McCloud y con Cohn. Con el segundo, en la medida en que restringe, como él, su área de interés a la secuencia, dejando fuera otros niveles de organización (como, por ejemplo, la viñeta o la página). Con el primero, en la medida en que le discute la clasificación de secuencias del cómic.
A Neil Cohn le reprocha, con toda razón, que su descripción solo valga para secuencias narrativas aristotélicas (aquello tan escolar de planteamiento-nudo-desenlace), cuando, sin embargo, en el cómic hay otros tipos (e incluso hay cómics que directamente carecen de aquel tipo de narración clásica).
A Scott McCloud le reprocha, con no menos razón, que su clasificación sea meramente enumerativa y que no atienda a las corrientes subyacentes que dan lugar a esos tipos de secuencia; o sea, que no responda a una verdadera fenomenología de este lenguaje, sino que adolezca de superficialidad descriptiva. Además, o seguramente por ello, que deje abandonado uno de los tipos presentados, el non sequitur, en la arbitrariedad de lo inexplicable.
A partir del concepto, introducido por el mismo McCloud, de closure (clausura: algo así como cierre de sentido o totalidad figurativa comprendida sobre una variedad de elementos separados), Bartual establece una tipología de secuencias: a la clausura temporal corresponde la secuencia-relato (cada momento de la secuencia es un relato completo); a la clausura espacial corresponde la secuencia descriptiva (cada momento de la secuencia es un aspecto del relato); a la clausura causal corresponde la secuencia mimética (cada momento de la secuencia es un eslabón de la cadena de eventos del relato); finalmente a la clausura metafórica corresponde la secuencia metafórica (cada momento de la secuencia es un elemento del par término real-término imaginario). Los tres primeros tipos son metonímicos (y, de ellos, es el causal-mimético el que de verdad caracteriza, en principio, al cómic como medio específico): la clausura se da por asociación de contigüidad. El cuarto, metafórico: la clausura se produce por asociación de semejanza.
No es este el lugar para entrar en más detalles, puesto que para eso lo que conviene es la propia lectura del libro. Baste decir que el enfoque nos parece tan original como productivo, colocando esta obra, como ya apuntamos en las primeras líneas de la reseña, en la vanguardia de los estudios teóricos sobre el cómic.
Reconocido esto, sí nos gustaría hacer una observación: puesto que a la base del concepto de clausura están los trabajos de la escuela de la Gestalt (y no tanto los de Hume, a pesar del uso de cierta terminología coincidente), nos parece que se habría logrado una cimentación aún más sólida, que además habría sorteado todo regusto psicologicista, si se hubiese ido directamente al origen, o sea, a la filosofía trascendental de Immanuel Kant. En la articulación entre juicio reflexionante y juicio determinante ya está in nuce la posibilidad de explicar el cierre de una variedad de elementos en un todo. ¿Qué otra cosa es, si no, la subsunción, en un juicio a cargo de la imaginación, de la intuición (multiplicidad recibida por los sentidos) bajo un concepto (unidad espontánea del entendimiento)?
En todo caso, quiero reiterar que, hasta donde sabe este reseñista, este es el primer texto teórico sobre el lenguaje del cómic verdaderamente relevante en español. Un texto que no recoge meramente lo ya expuesto por otros autores, sino que añade un peldaño a la disciplina. Un peldaño, por lo demás, que nos parece esencial sobre todo en cuanto a su productividad: permite explicar fenómenos antes no explicados y abre la puerta a desarrollos expositivos nuevos. Por eso y desde ya, podemos considerar este libro un hito dentro de este campo teórico.