Reseña de Cómic
EL PODER DEL FUEGO VOL. 01: PRELUDIO
de Robert Kirkman y Chris Samnee
David Haldon
@ElMuroComic
Editorial USA: Skybound/Image comics
Editorial española: ECC Ediciones
Guión: Robert Kirkman
Dibujo: Chris Samnee
Cartoné. 160 páginas
18.95 €
ISBN: 978-84-18475-92-4
Robert Kirkman ha sido, no hay duda, uno de los grandes nombres del cómic americano de las últimas décadas. Autor de Invencible, el mejor cómic de superhéroes de este siglo y de Los Muertos Vivientes, una historia que ha traspasado las fronteras del medio y ha llegado a formar parte de la cultura popular, con sucesivas series de televisión y un conocimiento y popularidad por parte del público que pocas veces se ha dado.
Sin embargo, después de sus grandes éxitos, el resto de su producción no ha estado a la altura. Series como Firebreather, Techjacket o Wolfman eran simplemente correctas, entretenidas a lo sumo, pero muy lejos del nivel que se le esperaba. Incluso títulos que a priori tenían más peso y prometían mucho como Outcast u Oblivion Song no alcanzaron ni de lejos la popularidad y repercusión de sus grandes series.
Por eso me enfrenté a este El Poder del Fuego con la sensación de estar de nuevo ante un Kirkman «en modo Millar», es decir, un autor desganado que ya lo ha ganado todo, que tiene poco que demostrar y que enfoca el cómic, el medio, como una plataforma para lanzar ideas y proyectos que se desarrollarán plenamente en televisión.
En este caso puedo decir que me alegro haberme equivocado.
No nos equivoquemos, El poder del fuego no inventa nada, no es el mejor trabajo de Kirkman (eso queda reservado para Invencible) ni va cambiar la la vida de nadie. Es una historia que mezcla retazos de Karate Kid y el Puño de Hierro en una trama típica del Camino del héroe; el huérfano en busca de sus orígenes y que encuentra una ciudad perdida en las montañas, con clanes de artes marciales rivales, etc. Elementos mil veces visto en otros historias pero mezclados y contados de tal manera —y sazonados con un dibujo maravilloso— que hace que el resultado final se disfrute muchísimo y nos deje con ganas de más.
Es esta historia situada en nuestra realidad —nada de mundos de fantasía— que comienza con unas viñetas mudas a toda página de un espectacular Sammee. Vemos a un hombre adentrarse en la cordillera de Himalaya, sólo, luchando contra los elementos, perdiendo sus fuerzas y cuando está a punto de sucumbir, encuentra un lugar en las montañas en las que el frío y la nieve no penetran. Es a todas luces un oasis primaveral donde se alza una ciudad perdida dónde hombres y mujeres de diferentes orígenes entrenan y practican para convertirse en los mejores luchadores y dominar una técnica secreta de lucha basada en el calor.
El lugar está dirigido por un monje anciano —una especie de maestro Miyagi— con un gusto por la música urbana y la ropa moderna que lejos que ser incongruente, hace que el personaje se distinga de los cientos similares que han poblado películas y cómics desde los 80. Este monje pone a prueba al aspirante y le explica qué es ese lugar, su historia, y le habla de una legendaria técnica para canalizar el calor y la energía en un ataque, técnica que se perdió hace mucho y que desde entonces buscan redescubrir.
A partir de aquí comienza el entrenamiento de nuestro protagonista, que se ve salpimentado por el consabido interés amoroso, la rivalidad con otro aspirante, revelaciones sobre los orígenes, tanto del personaje principal, como de la escuela y secretos (algunos se aclaran, otro no) que sirven para mantener el interés del lector hasta el final de la historia, siendo Kirkman además capaz de crear un trasfondo y una mitología que da más peso a la historia.
El dibujo es buenísimo. Sammee, dibujante cuyo estilo no es de mis favoritos, hace aquí uno de sus mejores trabajos, por no decir el mejor, siendo capaz de reflejar páginas de naturaleza salvaje y majestuosa y secuencias de acción espectacular. La narrativa y el dinamismo de las escenas de peleas es sencillamente magistral y en conjunto hace que en el apartado gráfico no se le pueda poner un pero a la obra.
Una gran lectura, entretenidísima, cuya evidente falta de originalidad no impide que se disfrute desde la primera a la última página y que, al ser realmente un prólogo a la serie regular, permite que este primer tomo pueda leerse como historia auto conclusiva.