Reseña de cómic
Trillium
de Jeff Lemire
David Haldon
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Editorial USA: DC/Vertigo
Editorial española: ECC
Guión y Dibujo: Jeff Lemire
208 páginas. Cartoné. 22,50 €
ISBN: 978-84-18569-41-8
Jeff Lemire es uno de los mejores guionistas que tiene el mercado americano hoy día. Un escritor que funciona tanto en sus historias independientes (Descender, Gideon Falls, Sweet Tooth) como, y eso es lo difícil, en sus cómics de encargo para personajes mainstream (Caballero Luna, Green Arrow) así que, cuando te enfrentas a una obra suya, tienes cierta seguridad de que, como mínimo, va a ser interesante. Y eso es lo que nos encontramos en este Trillium.
Es una historia de ciencia ficción que parte de una premisa y una narrativa que la hace compleja y no de fácil lectura. Pero, que una vez situados en la trama, y entendiendo lo que el escritor quiere contarnos y cómo, no resulta tan complicada.
Lemire nos lanza directamente en mitad de la historia, sin intentar que nos familiaricemos con el entorno ni los personajes, y nos presenta un Siglo XXXVIII en el que el ser humano está a punto de extinguirse por una enfermedad para la que no hay cura, o mejor dicho, sí la hay y está en las hojas del Trillium, una flor muy rara que crece en otro planeta y que representa la última esperanza de esa menguante humanidad.
La protagonista de la historia es una científica que tiene la misión de entablar contacto con los extraterrestres que custodian las últimas reservas de Trillium. Y es a través de sus conversaciones y pensamientos como el guionista nos informa de lo desesperada de la situación, así como de los anhelos y temores de esta mujer, que arrastra una profunda soledad y sensación de abandono.
Hasta aquí todo claro y hasta cierto punto rutinario, pero la cosa cambia cuando al final del primer capítulo, y por un giro de guion, nuestra protagonista viaja a lo que parece principios de nuestro siglo XX y conoce a alguien. Un hombre. Un explorador británico con sus propios traumas y heridas (en este caso derivadas de su experiencia en las trincheras de la Primera Guerra Mundial) y, de alguna manera, y a pesar de los siglos de distancia, de lo diferente que son sus orígenes, sus culturas y ellos mismos, conectan.
Aquí es donde empieza la parte más interesante de la historia, porque los personajes son incapaces de comunicarse entre sí pero, a pesar de ello, esa conexión emocional, ese sentimiento de verse reflejado y comprendido, les hará aferrarse el uno al otro, a pesar de que sus respectivos entornos —y hasta ellos mismos— duden de su cordura e incluso de la existencia del otro.
En este momento empieza lo más complicado de la obra, tanto al nivel de historia (con un intercambio entre los personajes y sus mundos) como a nivel narrativo, con una composición de página muy compleja y que sirve para reflejar en lo gráfico lo que el guionista plantea a nivel argumental.
El final, sin destripar nada, es el único posible y aunque envuelta en una trama de ciencia ficción, descubrimos que la historia realmente nunca fue de eso.
Al dibujo tenemos a Lemire en estado puro, con todo lo que eso significa; un dibujo con una línea y un trazo tosco y al que le bailan las proporciones más de lo que sería deseable… pero que tiene una capacidad narrativa y de diseño de página al servicio de esa narrativa que muy pocos autores dominan a ese nivel.
Aquí además, cuenta con los colores de José Villarrubia que complementa las viñetas de Lemire con su trabajo en los fondos y en general realza mucho el dibujo que aquí destaca por unos experimentos visuales muy interesantes y para nada efectistas o gratuitos. Al contrario, están al servicio de la historia y cuentan más que los mismos diálogos.
A aquellos a los que se les atraganta el Lemire dibujante, esta no es su obra, pero a los que les guste la estética underground y los experimentos visuales, probablemente la disfruten mucho.
Un último detalle es que la raza alienígena habla un idioma ininteligible para el lector pero que puede ser traducido con un alfabeto que se incluye al final del tomo. Una vez traducidos los diálogos y leído todo de nuevo podemos decir que es casi otra historia, lo que garantiza al menos un mínimo de dos lecturas, que es algo que pocas obras dan hoy día.
En resumen, una obra interesante, que no me ha llegado a epatar como otras del autor, pero que merece la pena leer y, sobre todo, releer.