Reseña de cómic
Sicofante
de Adrián Bago González
Lorenzo Araya Suárez
Editorial: Autsaider Cómics
Autor: Adrián Bago González
Encuadernación rústica a la suiza. Blanco y negro. 116 páginas.
1ª edición: 2020
ISBN: 978-84-120073-8-1
Precio: 17,00€

Los cómics de la editorial Autsaider siempre son una garantía de que vas a encontrar algo llamativo. Sus presentaciones son muy cuidadas (en cierto sentido, y un poco en broma, es el equivalente gamberro de Fulgencio Pimentel) y en este caso también es así, incluida la peculiar encuadernación «a la suiza», francamente inhabitual en un cómic.
Desde luego la portada difícilmente puede resultar más prometedora, pero… Hay veces en que encuentras un camino bien trazado, pero que no terminas de entender que no te lleve a ningún lado. Esta ha sido mi sensación con este cómic… y que esté presentándome en primera persona como autor de esta reseña es un reconocimiento de que quizá el problema esté más en mí, lector-intérprete, que en el propio tebeo.
Pero vayamos por orden. Podríamos encuadrar el relato dentro del género slice-of-life, sobre todo en la línea del «American Splendor» de Harvey Pekar, como quizá incluso se apunta intradiegéticamente en un momento de la obra.
Tenemos varios capítulos que narran, aunque con superposiciones de otras historias, algún acontecimiento de la vida del propio autor, si bien se reconoce que en gran medida es autoficción (obviamente, del mismo modo en que un lector puede sospechar de la verosimilitud de un relato presentado como verídico, aquí se puede plantear la sospecha inversa, y en ninguno de los dos casos eso debería afectar al juicio crítico sobre la calidad de la obra).
Lo más llamativo es que todas (en realidad no todas, y más adelante diré algo sobre esto) las peripecias vienen apostilladas por cuadros de texto con largas digresiones que, si bien demuestran exquisita erudición (literaria, historiográfica, artística y política) y no poca agudeza intelectual, a veces no se les ve la relación con el relato al que acompañan.
Entiendo su papel como contrapunto, vía alta cultura, a la representación de las vivencias miserables y el autofustigamiento del protagonista-autor, pero cuando no están bien medidas te obstaculizan la lectura hasta el punto de que te plantees la opción de simplemente obviarlas. Y eso sin negarles su interés y agudeza intrínsecos, pero es que una obra de arte se valora como un todo del que ninguna parte añade valor desde fuera. O, dicho con otras palabras, todo añadido sobra. Desde luego, el efecto, cuando da en el clavo, es brillante. Cuando da en el clavo.
Por otro lado, las propias peripecias narradas tienen momentos francamente hilarantes (particularmente las referencias al aspecto físico del protagonista son impagables) y otros sonrojantes (en el buen sentido de la palabra, porque era lo buscado y no un efecto involuntario). Me parece, en cambio, que no siempre está bien medido el papel del sexo, unas veces gratuitamente explícito y otras veces simplemente innecesario, sobre todo porque, así presentado, rompe con el patetismo general de la obra y te transporta a una fantasía más propia de la Kiss Comix, con la que justamente colaboró Adrián Bago.
Precisamente el capítulo que mejor funciona es el último, que es el que contiene menos textos digresivos (y, cuando los hay, son intradiegéticos: diálogos entre los personajes) y que recuerda a las historietas que Ramón de España y Montesol hicieron hace ya décadas para la revista Cairo.
En cuanto al dibujo, a pesar de que la portada hace prever un estilo cercano a la primera época de Daniel Clowes pasado por la batidora de la nueva ola española, en el interior nos encontramos más bien a un Terry Moore con un acabado menos, mucho menos, pulido. Además, a lo largo del cómic hay una fuerte variación en la presentación del dibujo, sobre todo en el cuidado de las tintas, y al final incluso recuerda al Eddie Campbell de «Alec». Se nota que no es una obra realizada de un golpe, sino compuesta por yuxtaposición.
Lo cierto es que narrativamente, y a pesar de cierta rigidez de los personajes en su relación mutua o con el escenario, el dibujo consigue su objetivo narrativo, aunque, y esto de nuevo es una apreciación personal sobre la que acepto debate, no me parece el estilo más adecuado para la historia que cuenta (a la que le hubiera ido mucho mejor algo más similar a lo de la portada).
En suma, la obra parece el exabrupto terminal (o, más posiblemente, inicial) de su autor, donde lo da todo (toda la cultura, la frustración, las inseguridades, los anhelos… que tenía guardados), pero sin una consistencia que haga de este todo subjetivo un todo objetivo, o sea, una obra redonda. También es un cómic en progresión, que va de menos a más, y que precisamente se acaba cuando más cuajo había alcanzado (quizá, por tanto, en el punto desde el que debería haber empezado).
Así, un cómic sugestivo, y sin embargo en algún punto fallido, pero recalco: es una consideración personal mía, que en esta reseña he tratado de poner por escrito, casi más para entenderlo yo mismo que para explicárselo a otros. Eso sí, la sensación que deja al terminar su lectura es de interés y curiosidad, que me lleva a dos últimos apuntes: que cada cual se anime a leerlo y saque sus propias conclusiones; que antes de sacar ninguna conclusión se lo lea hasta el final.