Reseña de cómic
Espadas del Cielo, Flores del Infierno
de Michael Moorcok / Howard V. Chaykin

Joseph Alfe


Editorial: Yermo Ediciones
Guion y Dibujo: Howard V. Chaykin
Cartoné. Color. 80 páginas
ISBN: 978-84-17957-42-1

18 €

«Espadas del cielo, flores del infierno» es ya de partida una rareza de tebeo desde su concepción original por lo que significa en relación a un corpus literario. Michael Moorcok, el célebre escritor de fantasía, dedicó varios ciclos de novelas a desarrollar y dar expansión a su idea del «multiverso».

Sus personajes más famosos dentro de este cosmos son Corum, Hawkmoon, Jerry Cornelius y, por supuesto, Elric de Melniboné. Pero hubo uno, también muy conocido y central, que tenía la singularidad de ser el único consciente de sus otras y casi infinitas encarnaciones (tuvo varios nombres, John Daker, Erekosse, etc.). Es el ciclo de lo que se llamó «El campeón eterno».

La primera novela de ese ciclo se llama precisamente así, «El campeón eterno» (1970), a la que siguió ese mismo año «Fénix de Obsidiana» y que hasta llegado el año 87 no tendría otra novela que sería «El dragón en la espada». Pero, y aquí la singularidad a la que me refería al inicio, en el año 1978 Michael Moorcok decide crear otro eslabón de esta historia que tendría la forma de un cómic.

Es decir, que dentro de un enorme ciclo literario habría una historia del canon que sería un tebeo. Y eso es precisamente lo que es el cómic que nos ocupa. Moorcock tenía la historia y buscó al realizador de su idea, que no fue otro que Howard Chaykin. De esta forma parece que Chaykin escribe a partir de la historia de Moorcock un guión y luego lo dibuja. Es decir, a diferencia de los otros cómic de esta colección, esta obra no adapta ninguna novela de Moorcock sino que es una historia aparecida originalmente en cómic. De hecho, las novelas de este ciclo no se han llevado al tebeo a diferencia de las de Elric, Corum o Hawkmoon.

Sabiendo esto, y ya habiendo releído no hará más de tres años «El campeón eterno», me he dispuesto a seguir el ciclo tal y como corresponde. He leído «Fénix de Obsidiana», luego el cómic y ahora estoy enfrascado con «El dragón en la espada».

El cómic en cuestión se inicia con el cambio del Urlik Skarsol de «Fénix de Obsidiana» a Clen de Clen Gar con lo cual el lector que no conozca bien las circunstancias del personaje y de su multiverso pueda sentirse algo desorientado en un principio. De todas formas, rápidamente se nos pone en contexto y una vez más tenemos una aventura con facciones enfrentadas y en guerra donde la intervención del «campeón» será fundamental.

La historia del tebeo en sí no es gran cosa y adopta un estilo muy literario con predominancia de las cartelas por encima de los diálogos. Además es una historia muy concentrada, donde todo pasa muy rápido. Eso dificulta que el lector llegue a sintonizar con los personajes, ya que los romances o cualquier tipo de relación están dadas con dos pinceladas gruesas. Además a uno le queda la sensación que esta historia es poco trascendente dentro de su ciclo, ya que reitera aspectos ya bastante vistos dentro del mismo pero sin la fuerza y calado de sus hermanas literarias. Viene a ser algo así como el elasbón pintoresco de la cadena.

Tengo la impresión de que Moorcock, buen conocedor del mundo del cómic, creó una historia que luego guionizó Chaykin y que sabía no iba a poder competir desde el punto de vista de lo textual, de la letra, y de la complejidad que le acompaña, con su obra (todo y estar bien escrita) pero que deseaba que sirviera para ampliar su universo en un sentido no alcanzable por él y me refiero, claro está, al dibujo.

Es en ese aspecto donde esta obra tiene su peso, su pequeño dominio respecto a sus hermanas. Y es que encima, el trabajo de Chaykin es mayúsculo y enormemente creativo. Su creatividad no se limita sólo a lo representado sino también al cómo lo representa (la variedad de estilos y técnicas, sus diseños de página, etc). Todo está hecho para impresionar sin respiro al lector.

«Espadas del cielo, flores del infierno» es una obra hecha principalmente para deleitarse visualmente, para generar emociones e impresiones principalmente desde lo gráfico, con poco calado de lo escrito, que queda relegado a un sustrato. La historia, todo y llegar a funcionar, no me parece gran cosa. Es su apartado gráfico el que te arroba, transporta y fascina hasta la última página y creo que Moorcock lo sabía ya desde un inicio.

Por último, destacar que me ha gustado comprobar como en «El dragón en la espada» se alude a los hechos acontecidos en el cómic ya que, aunque desde un medio distinto, forma parte de su ciclo canónico. El ciclo empieza con literatura, continúa con un cómic y luego vuelve a lo literario, algo inusual y que le confiere un interés añadido.

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