Reseña de Cómic
Es Hoy
de Carlos Giménez
Marcos Ordóñez Fernández
Canal Cómics XXI
Editorial española: Reservoir Books
Guión y Dibujo: Carlos Giménez
Cartoné. Blanco y Negro. 102 páginas.
19,90 €
ISBN: 978-84-17910-07-5
La muerte es uno de los grandes temas de la vida, y el arte se ocupa de la vida y de la muerte. Nos pasamos la vida hablando de ella pero evitamos hablar de su final. Como a Carlos Giménez ningún tema le es ajeno, un buen día creó el álbum “Crisálida”, donde a través de un “tête à tête” con su amigo Raúl, se concluía que ésta es una buena época para morir, cansados de un mundo que ya no les gusta, atónitos ante la corrupción de la clase política, sin fuerzas para cambiar un mundo devorado por un capitalismo salvaje.
Todos los diálogos entre Pablo (alter ego de Giménez) y Raúl se enriquecían con recuerdos de sus vidas sencillas, las de dos dibujantes de tebeos. En ese magnífico álbum se concluía que uno reconoce el día en que ha de morir, y por eso, cuando llega lo identifica rápidamente con dos palabras: “Es hoy”.
A “Crisálida” le siguió “Canción de Navidad”, en el que Giménez aprovechó la estructura del relato de Dickens, y sus tres fantasmas le transportaron a Paracuellos, a la muerte de la madre, a los primeros amores. Pablo se ha convertido en una persona que ha escogido tener pocas relaciones y salir poco de casa. También Pablo ve la miseria del mundo, la lucha de los inmigrantes, de los dibujantes que acabaron viviendo en la calle. Por eso, ya sabemos que, para el protagonista, libertad y soledad son palabras sinónimas. Giménez incluso pasa cuentas con uno de sus últimos editores, que le robó dibujos y lo estafó. Ese retrato de un mundo en decadencia, convence a Pablo de que dejar este lugar de calamidades ahora no será mala cosa.
Giménez retrata la muerte con sosiego, convencido que es el capítulo siguiente al actual. La asume con la misma calma que Machado exhibió cuando nos dijo que “…la muerte es algo que no debemos temer, porque mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos.”
En “Es hoy” encontramos a un Pablo concienciado de un próximo final, al que se enfrenta con tristeza en ocasiones, pero sin miedo. Este álbum es el tercero y último a lo que ahora, acertadamente, se ha llamado la “Trilogía del Crepúsculo”.
El primero nos desconcertó porque no esperábamos una temática así en la obra de Carlos, pero pronto vimos que era una obra mayor en su larga carrera y concebida en el otoño de su vida, momento en que la muerte se ve próxima. Este tercero no sorprende de la misma manera, pero todas las reflexiones de los personajes tienen la misma profundidad e interés que en “Crisálida”. Carlos se refleja en Pablo y a través de él retrata muchas de las contradicciones del ser humano. El Pablo vivo dialoga durante toda la obra con un Pablo vestido de blanco, casi espiritual, sino fuera porque el protagonista no quiere saber nada de religiones, cielos o infiernos.
Como en los dos volúmenes anteriores, los recuerdos del pasado siguen ahí, vívidos y formando parte de la columna vertebral de nuestras emociones. Viajamos por diferentes momentos de la vida de Carlos, evocaciones a sumar a las ya mostradas en los dos álbumes anteriores. Visitamos el estudio de dibujantes al lado del Manzanares, donde dibujó junto a Raúl a base de simpatinas, y supo lo que eran las fechas de entrega, noches sin dormir y más pastillas. Vemos los guateques y lo enamoradizo que era Pablo, en ocasiones demostrando su pasión por las chicas tras unos matorrales y siendo sorprendido por los grises, en unos años en que hasta besar estaba prohibido. Conocemos sus accidentes marinos en la ría de Ribadeo, y de nuevo estamos en Paracuellos, y en la agencia de Filstrup, y en el estudio de Premiá… Es el universo habitual de Giménez, el que reconocemos y amamos.
Eso sí, incluso en los trabajos más serios, más filosóficos del dibujante madrileño, el humor es ingrediente indispensable. Y aquí aparece en innumerables ocasiones porque Pablo es un tipo que le sabe sacar punta a todas las situaciones como cuando, dialogando consigo mismo, comenta que dejará una propina a los de la funeraria por cargar el peso de alguien tan gordo como él, a lo que se contesta “Ya adelgazarás, no te preocupes”, y Pablo remata con “seguro, ¡me voy a quedar en los huesos! ¡Ja, ja, ja!”. O como cuando, al buscar un epitafio adecuado para él, sentencia aquello de “¿…queréis algo para Azpiri?”
Un álbum excelente que cierra la citada trilogía. Giménez conoce el arte de compartir emociones, y sabe tocarnos siempre con sensaciones de realidad. Este álbum enriquece todavía más una obra ya de por sí riquísima que hemos disfrutado intensamente como lectores en los últimos 50 años.