Reseña de Cómic
Calvin & Hobbes
de Bill Waterson
Edición original: Sphere
Edición española: Astiberri
Guión y dibujo: Bill Waterson
Cartoné. Blanco y negro y color.
21,5 x 27,5 cm. 256 páginas
ISBN: 978-84-18909-44-3
29€
Un niño y su tigre montados en un trineo deslizándose cuesta abajo por una montaña nevada, panel a panel sus caras van pasando por diferentes etapas; sorpresa, miedo, excitación y al final, pura alegría… y eso es lo que transmite esta tira cómica por encima de todo; alegría y entusiasmo por la vida, vista a través de los ojos de un niño de 6 años para el que cada día es una aventura.
Es difícil poner sobre papel lo grande que es Calvin y Hobbes —para el que escribe, la mejor tira cómica de la historia, incluso por encima de Mafalda— que pertenece al club de esas obras, pocas, que no envejecen ni un día. No importa cuántos años pasen.
Una obra que, a pesar de que hace ya casi 30 años que dejó de publicarse, sigue ganando lectores y fans. Y es que la obra de Bill Watterson combina el existencialismo de Peanuts, la crítica social de Mafalda, el humor de Garfield y la fantasía y surrealismo de Little Nemo en un todo genial e irrepetible del que una vez probado es imposible sustraerse.
Calvin y Hobbes es la historia de un niño y su tigre. Un tigre de peluche pero que, a través de la imaginación de nuestro protagonista, se mueve, habla y piensa, con una visión un tanto clínica del ser humano (no en vano debe su nombre al filósofo Hobbes, el de «El hombre es un lobo para el hombre») y una fidelidad inquebrantable a su amigo, y de la familia que le rodea; sus padres, su compañera de clase, su profesora, el matón de clase o su niñera. Pero la estrella absoluta es Calvin.
Calvin, que toma su nombre de Juan Calvino, teólogo y reformista de la Iglesia protestante, representa la niñez en todo su esplendor. Un niño imaginativo, aventurero y vital que es la desesperación de sus padres y profesores pero una continua fuente de risas y reflexión para los lectores que, a través de sus ojos y sus palabras, contemplan las maravillas de la vida, aquellas que la rutina y cotidianidad nos hacen pasar por alto. Y también las incoherencias y absurdez de las reglas que la sociedad nos impone.
Uno de los puntos fuertes de la tira es lo variado de sus temas y situaciones, que van desde la comedia familiar, la reflexión sobre la sociedad, las peripecias en clase y, mis favoritas, las aventuras surrealistas en las que a través de la imaginación nuestros protagonistas viajan al espacio, al pasado prehistórico o se convierten en superhéroes.
Todo ello narrado con el magistral trazo de Waterson que desde el principio luchó para evitar la comercialización superflua de su trabajo, no solo oponiéndose al uso de sus dibujos en camisetas tazas y merchandising en general (enfrentándose a la propia editorial) sino consiguiendo romper el encorsetado formato de las tiras de prensa de los periódicos americanos de la época.
Cuando el autor consideró que había contado todo lo que podía contar sobre los personajes puso fin a la tira, rechazando las ofertas económicas para seguir en ella e impidiendo que se continuara de cualquier otra manera. Todo un ejemplo de compromiso creativo y fidelidad a unos principios que se ve en el producto final.
Todo esto da como resultado una obra mayúscula construida a partir de pequeñas piezas, cada una, una joya, conformada por unos personajes y peripecias que ocupan por mérito propio un lugar muy alto en la lista de las mejores creaciones gráficas de la historia, resumida en la última tira publicada de los personajes:
El mundo es un lugar mágico, y obras como Calvin y Hobbes están hechas de esa magia…