Reseña de cómic
The League of Extraordinary Gentlemen: The Tempest
de Alan Moore y Kevin O’Neill
Lorenzo Araya Suárez
Edición española: The League of Extraordinary Gentlemen: La Tempestad
Editorial: Planeta Cómic
Guion: Alan Moore
Dibujo: Kevin O’Neill
Encuadernación en cartoné. Color. 224 páginas.
1ª edición: marzo de 2021
ISBN: 978-8413416472
Precio: 20,00 €
Antes de empezar a tratar sobre este libro, nos parece útil establecer ciertos principios interpretativos y algunos elementos del contexto de producción.
Hay artistas que crean sus obras desde una pulsión intuitiva: el arte simplemente les brota. Alan Moore no es de estos. Alan Moore es un artista estrictamente intelectual: cada una de sus obras surge de una reflexión previa y, en cierto sentido, es una tesis sobre un tema.
Resulta que, además, Alan Moore es tremendamente inteligente. Seguramente no haya un artista en el mundo del cómic (quizá tampoco fuera) más inteligente. También las obras de Chris Ware, Seth o Daniel Clowes surgen de trabajos reflexivos, normalmete sobre el propio medio del cómic, y también estos son tremendamente agudos, pero no nos parece que estén por encima de Alan Moore (y aquí tampoco nos arriesgaremos a decir que por debajo, porque es difícil hacer una comparación justa cuando uno es solo guionista y los otros son autores completos).
Estamos usando continuamente el término «arte» y sus derivados porque Alan Moore ha sido consciente desde el principio de su carrera de que eso es de lo que se trata, de que eso es lo que él hace. A partir de ahí se entienden sus enfrentamientos con editoriales y con la misma industria (incluidos muchos de sus artistas institucionalizados y amaestrados). Reivindicar los derechos de autoría no es más que reconocer que los autores de cómics no son trabajadores artesanos, sino artistas, y que sus obras no son meros productos industriales, sino obras creativas, concretas, irrepetibles. Que un cómic no es un zapato y que, por tanto, ha de ser tratado, a nivel legal, de manera diferente.
Desde hace ya bastante tiempo los intereses creativos de Alan Moore han reunido ambas líneas de trabajo, la reflexiva y la artística, de modo que, al menos desde el inicio de la línea editorial ABC, el tema de reflexión del que partían muchas de, si no todas, sus obras era el arte. Pero sobre el arte como fenómeno general.
Es cierto que sobre ciertos ámbitos artísticos sí había escrito ya algunas, muy importantes, obras: ¿cómo debería ser un cómic de superhéroes para adultos? Ahí tenemos «Marvelman/Miracleman». ¿Cómo sería un mundo donde hubiera «vigilantes» y apareciera finalmente un auténtico superhombre? Nos encontramos con «Watchmen» (que, obviamente, no se reduce solo a lo apuntado, puesto que lo más interesante está en la sintaxis narrativa). O ¿qué se puede hacer hoy, tras más de 60 años de historia, con el género de superhéroes? Dando lugar a la estupenda «Supreme».
En el libro «The League of Extraordinary Gentlemen» (vertido al español como La Liga de los Caballeros Extraordinarios) la cuestión de arranque es: ¿cómo hacer cómics de superhéroes ahora? La serie se presentó en un momento de profunda crisis de la industria estadounidense (de la que no se ha salido, sino que ahora simplemente se habita), y Alan Moore pretendía revitalizarla lanzando una línea de cómics comerciales que reiniciaran la historia de esa industria a partir del momento previo a la aparición de Superman.
Es bien conocido que originalmente «The League of Extraordinary Gentlemen» no estaba pensado como parte de la línea America’s Best Comics (no se nos negará que el nombre es ya toda una declaración de intenciones: los mejores cómics de América), pero que, tras la adquisión del sello WildStorm por parte de DC Comic, sus autores, Alan Moore y Kevin O’Neill, decidieron llevarlo ahí.
También se ve claramente que la idea original, aún bastante restringida, fue dando paso a un proyecto mucho más abarcante y ambicioso, que se muestra ya a las claras en las dos series de esa línea que más largo recorrido tuvieron: esta «The League of Extraordinary Gentlemen» y «Promethea». Y es, en el fondo, el mismo proyecto en que se embarca la relectura que hace Moore del mundo literario de Lovecraft (sobre todo en su monumental colofón: «Providence»). O quizá no tan en el fondo, porque los tres libros concluyen igual. Y, por otro lado, estos tres libros no dejan de ser, a su vez, otra cosa que el desarrollo artístico de las conclusiones a que llega «From Hell».
Podríamos concretar la pregunta originaria en la siguiente fórmula: ¿qué aventuras de seres extraordinarios se le podría ofrecer a un público juvenil si no existiera el género de superhéroes?
La respuesta que da Alan Moore en «The League of Extraordinary Gentlemen» consistirá en recoger personajes de la literatura fantástica decimonónica y enfrascarlos en una misión común (algo no tan diferente a lo que ya estaba haciendo en «Lost Girls», la diferencia está en el tipo de misión).
La cosa es que, al mismo tiempo que la serie se fue alargando en nuevos volúmenes, el programa original fue variando su curso y ampliando su alcance: en el segundo volumen se saltará del folletín decimonónico a la literatura de consumo popular y barato (de donde extrae su nombre: pulp) propia del periodo de consolidación del modelo de producción industrial y, con él, de su clase social característica: la middle class.
Hacia dónde evolucionará todo el proyecto ya viene anunciado en el siguiente volumen, que más que una historieta es un programa de trabajo: el «Black Dossier». Ya con el camino bien señalado vendrán los siguientes volúmenes: «Century» y la trilogía de Nemo.
Estos dos últimos volúmenes ya fuera, seguramente para bien, de la égida de la línea ABC, lo que significa fuera de DC. Decimos para bien, además de por las cuestiones más obvias, por lo ya dicho de que «The League of Extraordinary Gentlemen» no fue creada originalmente para esa línea. La publicación tras dicha salida está al cargo de una co-producción editorial: Top Shelf, desde EEUU, junto a Knockabout, desde el Reino Unido.
Y no nos resistimos a mencionar que el cierre que da a la mencionada «Century» es tan anticlimático como genial, enmendándoles la plana a las retóricas teológicas inanes de autores como Garth Ennis (estamos pensando concretamente en «Preacher» y en «Hellblazer», también en «A walk through Hell», aún admitiendo que todas ellas tienen otros valores que no hay que menospreciar).
Y así llegamos al último (en toda la amplitud del término) volumen de la serie: «The Tempest» (La Tempestad). El viaje llega a su fin. También, según propia confesión, la carrera dentro del mundo de los cómics de su guionista, pero esto es pronto para darlo por hecho.
Este libro está compuesto por seis capítulos (publicados originalmente como seis cuadernillos separados) que repiten una misma distribución de contenidos: la portada; una primera página de prólogo y títulos de crédito; una primera mitad del tebeo donde se narran las peripecias actuales de lo que queda de la League of Extraordinary Gentlemen (a partir de ahora LEG); finalmente un capítulo también de cómic donde se nos ofrece la inventada reimpresión del primer cuadernillo de un remedo de la Justice League of America: «Seven Stars».
Detengámonos un poco en cada una de las secciones mencionadas:
1) La portada nos recuerda a las de antologías pulp: desde las de relatos de ciencia ficción y misterio hasta las de los cómics de la británica «2000 AD», pasando por revistas juveniles humorísticas del estilo de la española «Pulgarcito» y las de terror de la EC.
2) El prólogo ofrece un artículo reivindicativo de algún historietista explotado y aplastado por la maquinaria editorial de masas. Aquí Alan Moore da otra estocada en su continuada lucha por los derechos de los creativos sobre los que se ha edificado la industria del cómic, en este caso la británica. Por el tono de los textos, y porque los autores no son tan famosos como sus equivalentes del mercado estadounidense, podría pensarse en primera lectura que dichos autores son inventados (de hecho, es lo que pensé yo, antes de comprobarlo). Y es que dicho texto está plagado del sarcasmo que solo los genios como Moore son capaces de supurar. Sus invectivas no solo se dirigen contra los editores, sino también contra un público que nunca se preocupó de las condiciones laborales de esos dibujantes que tanto lo entretenían. Incluso retóricamente es un remedo del Stan Lee rimbombante de los años 60.
Este juego de referencias se vuelve desternillante cuando, desde el primer momento, se declara solo comprensible para adultos incapaces de superar su niñez. Ya sabemos que este viene siendo el meollo de la crítica que Alan Moore hace desde ya antiguo a la industria del cómic -y ahora también del cine- de superhéroes.
3) El núcleo narrativo del libro es el relato de la aventura final de Mina Murray y su LEG, cruzada con la peripecia de varios miembros de un antiguo grupo de superhéroes llamado Seven Stars.
Esta parte no es lineal, ni en su desarrollo de la historia ni en su modo de presentación: va dando saltos de unos personajes a otros, pero lo más interesante es que también da saltos en su modo de presentación, imitando, según el caso, el modelo de las comic-strips, el de las historietas cortas autoconclusivas, el de los relatos ilustrados, la fotonovela o, de nuevo, recurriendo a imágenes de efecto tridimensional (para lo que hay que usar las típicas gafas de lentes de diferentes colores). En fin, casi una experiencia proteica de la lectura a través de un formato que, obviamente con intenciones muy distintas, recuerda al que ensayó hace tiempo Daniel Clowes con su «Ice Haven».
Es aquí, nos parece, donde Alan Moore explicita la tesis sobre los superhéroes que ya empezó a revelar desde el principio de su carrera en el medio. Y lo hace por boca del mayor detective de nuestra cultura: Sherlock Holmes, que retorna para declararle a Mrs. Murray la verdadera esencia de los hombres extraordinarios, su papel en el orden social humano. En resumen: elemento disruptor, incompatible con la vida en sociedad. Seguramente Moore ha entendido mucho mejor a Nietzsche que la mayor parte de sus (de Alan Moore, pero también quizá de Nietzsche) seguidores e imitadores.
Por las páginas de esta sección pasean, con mayor o menor protagonismo, un sinfín de personajes de la cultura popular (de esa que podríamos acotar con un concepto de McLuhan: de la galaxia Gutenberg). Pero hacer un recuento es una tarea de enciclopedistas para la que no tenemos ni el tiempo ni la paciencia. Lo divertido es reconocer e investigar por uno mismo y hasta donde se desee.
4) Un segundo conjunto narrativo son los seis fascículos de la primera aventura de unos reción creados Seven Stars. Son, como ya se ha comentado, un remedo de la JLA de la Edad de Plata, a los que Moore y O’Neill usan tanto para presentar la manera de hacer superhéroes que defienden como para añadir trasfondo a la historia principal de la LEG. Estuvimos tentados de añadir «parodiar», pero en realidad no encontramos parodia, sino homenaje: los autores nos cuentan con toda seriedad una historia que no quiere ser tomada en serio.
Esta sección se ofrece como si se tratara un facsímil de esos antiguos tebeos, incluyéndose portada, anuncios publicitarios (una tradición ya en esta serie), fichas de los miembros del grupo y una demencial sección de correo de los lectores, donde Moore retoma la retranca retórica de las partes prologales para colocar auténticas cargas de profundidad contra muchas de las sandeces de nuestra sociedad tardocapitalista, encarnadas en el coleccionismo de cómics y aprovechando la paradoja temporal de hacer un cómic en 2018, pero fechado en 1964. Surrealismo ficticio para que el surrealismo real se manifieste a sí mismo: de nuevo, la interacción entre el mundo imaginario y el real.
Venimos en todo lo anterior dando por supuesto que toda la parte literaria es atribuible a Alan Moore, pero es justo mencionar que tanto prólogos como sección de correo están firmadas por ambos autores principales (y no queremos que se olvide que también Ben Dimagmaliw y Todd Klein, al color y a la rotulación respectivamente, merecen algún crédito artístico). En nuestro descargo alegamos que el estilo literario de Alan Moore es muy reconocible en esos textos.
En esta sección de falso facsímil, a diferencia de la gran variedad de armaduras de página de la sección previa, tenemos una rejilla fija de tres filas de viñetas, que era la tradicional en ese tipo de tebeos y que es adecuada para narrar acción, por su dinamismo y su fluidez.
Y ya que hemos entrado en la parte estrictamente gráfica, el dibujo de Kevin O’Neill mantiene sus caractarísticas estilísticas de siempre: figuras que adolecen de cierta rigidez, pero un acabado muy reconocible y funcional. En todo caso, con el discurrir del tiempo O’Neill ha ido suavizando los ángulos de sus figuras y otorgándoles mayor calidez.
En España el libro ha sido publicado en un solo tomo (cosa muy adecuada, porque es un relato, no una colección de ellos) por la editorial Planeta Cómic.
En conclusión, «The Tempest» es el cierre de una serie empezada hace un par de décadas y de una carrera artística que viene de mucho antes. Aunque no se puede contar entre lo mejor de lo producido por el Sr. Moore, tampoco es una obra desdeñable y, como es habitual en su trabajo, contiene sobrados elementos valiosos que la hacen destacar sobre la mayor parte de lo publicado actualmente. También como es habitual, es un libro que gana con lecturas sucesivas, por la cantidad de capas narrativas, tanto intradiegéticas como extradiegéticas, que presenta. Ah, sí, y es también de nuevo un cómic jubilosamente feminista, que no podía terminar mejor que con la ejecución del heteropatriarcado, encarnado este en su representante más reconocible, junto con Conan, dentro de la cultura massmedia.