Reseña de cómic
Marvel Two-in-One: El Proyecto Pegaso 
de Gruenwald, Macchio, Byrne y Pérez

Oscar Ríos


Edición Original: Marvel Two-in-One 53 a 58
Guión: Gruenwald y Macchio
Dibujo: John Byrne y George Pérez

La Cosa fue desde su aparición uno de los personajes más carismáticos de la Marvel primigenia. La mezcla de fuerza, tragedia y melancolía conferían al personaje un halo de carisma como pocas veces se habían visto en el cómic. Sin embargo, no fue hasta comienzos de la década de los años 70 cuando puedo disfrutar de su propia cabecera.

A rebufo del exitoso Marvel Team Up de Spiderman, y siguiendo la misma premisa que la colección del trepamuros, se creó Marvel Two in One. Durante 1 o 2 números la Cosa compartiría cartelera con algún héroe (a menudo secundario) siendo estas historias auto conclusivas y sin apenas ninguna repercusión en el universo Marvel. Sin embargo, hay algunas honrosas excepciones. Una de ellas fue la Saga de la Corona de Serpiente y otra, de la que hablaremos hoy, fue El Proyecto Pegaso.

Con el Proyecto Pegaso se rompió la norma no escrita de historias de corta duración y el equipo creativo se fue precisamente al lado opuesto. Una saga de 6 números en la que aprovecharían para asentar dentro del universo Marvel ese curioso concepto.

El Proyecto Pegaso son unas instalaciones secretas del gobierno norteamericano en las que se trabaja en el desarrollo de diferentes tipos de energía a través de la investigación/experimentación con supervillanos de corte energético.

Dada la naturaleza de sus presos, la seguridad esta a cargo de (un prácticamente desconocido) Quasar, pasando La Cosa de forma temporal a pertenecer a la plantilla de seguridad.

A lo largo de estos 6 números veremos desfilar a Wundarr (trasunto indisimulado de Superman) el cual, y debido a su estrecha relación con el Cubo Cósmico, se convierte en un personaje más propio de los 70. Nos referimos a Acuario. Pero los tiempos estaban cambiando y los autores (aún de forma tibia) eran conscientes de ello, motivo este por el que fuera Goliat Negro pasa a autodenominarse Hombre Gigante, abandonando de esta forma cualquier connotación racial.

Gruenwald y Macchio aprovechan también la anómala extensión de la saga para introducir una subtrama. Si bien al lector moderno esto puede parecerle que no es gran cosa, se debe de tener en cuenta que la propia dinámica de la colección rara vez permitía el uso de este brillante recurso narrativo. Pues bien, los guionistas introducen en la historia a la mayor guerrera del planeta Femizonia —eran los 70—, nos estamos refiriendo a Thundra que junto a Mimi Aulladora, Maciza, Leta y Titania formaban el grupo Luchadoras que tratan de sabotear el Proyecto Pegaso por orden de la ROXXON Oil.

Para otros guionistas menos avezados, esta saga se hubiera convertido en un pasacalle de villanos sin repercusión alguna. Pero Gruenwald y Macchio son guionistas que conocen a la perfección su oficio y logran que ese constante baile de personajes no desdibuje la historia, hilando bien el tempo de las apariciones.

Por otra parte, si se habla del Proyecto Pegaso, no se puede pasar por alto el aspecto gráfico. A los lápices tenemos a 2 de los mejores dibujantes de la historia del cómic norteamericano. Nos estamos refiriendo a John Byrne y George Pérez.

El Byrne que vemos aquí está muy cercano a su pináculo gráfico. Es un Byrne hambriento aún de demostrar al mundo que es el mejor y en esta saga nos muestra una brillantísima versión clásica de la Cosa, aún estaban lejos sus transformaciones en los 4 fantásticos. Además, el genial dibujante tiene la suerte de acompañarse con las tintas de uno de los mejores de la industria, estamos hablando, cómo no, de Joe Sinnott.

Los 3 últimos cómics (56 a 58) están dibujados por George Pérez, con tintas de Gene Day. El dibujante puertoriqueño tenía por aquel entonces 25 años (frente a los 29 de Byrne) y casi como si se tratase de un duelo al sol con el autor canadiense de adopción, nos brinda 3 exquisitos cómics con viñetas llenas de cuidados detalles.

El Proyecto Pegaso es un buen ejemplo de un cómic bien hecho. Un cómic sin pretensiones academicistas. Trabajado como lo que es, puro entretenimiento y que aún hoy se lee de forma fácil y divertida.

 

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