Reseña de Cómic
Blueberry de Sfar y Blain:
Rencor apache
Edición española: Norma (VI-2020)
Edición francesa: Dargaud de Lieutenat Blueberry.
Amertume Apache (XII-2019)
Guion: Christophe Blain y Joann Sfar
Dibujo: Christophe Blain
Color: Christophe Blain y Clémence Sapin
64 páginas, color, encuadernación en cartoné
La continuación de las series clásicas de cómic europeo después de la muerte de sus creadores es un tema peliagudo. Hay situaciones para todos los gustos. Con la excepción de Tintin, debido al expreso deseo de Hergé, con todo clásico que se precie se ha intentado exprimir al máximo la gallina de los huevos de oro, generalmente con un éxito económico notable. Resulta paradójico que cada vez que se publica un nuevo álbum de Astérix termine siendo, indefectiblemente, el más vendido del año en el mercado francobelga, a la vez que sufre, por lo general, malas valoraciones, tanto por parte de la crítica como por el público. El mismo éxito de ventas se produce con las nuevas aventuras de Lucky Luke o de Blake y Mortimer, aunque en ambos casos resulten algo más afortunados, especialmente en algunos álbumes de estos últimos. Hay series que languidecen desde hace años (los Pitufos, XIII) y otras para las que su continuación ha supuesto un auténtico renacimiento y que resultan francamente interesantes. Como ejemplos de este último supuesto podemos poner a Spirou -tanto en la serie regular como en las reinterpretaciones del personaje que hacen diferentes autores- o la más que digna continuación de Corto Maltés a cargo de Rubén Pellejero y Juan Díaz Canales.
En el caso de nuestro teniente, la solución que se estaba aplicando hasta ahora causaba cierto sonrojo entre los fieles: la precuela La juventud de Blueberry viene haciendo agua por los cuatro costados desde hace demasiados años, fundamentalmente por los flojos guiones de François Corteggiani.
La verdad es que si uno lo piensa detenidamente, enfrentarse a la tarea de continuar estas series resulta, cuanto menos, tremendamente arriesgado, tanto por la exposición mediática a la que la obra se verá sometida, pasando por la dificultad de satisfacer los exigentes gustos de las legiones de sus seguidores, como por la inevitable necesidad de aportar un toque personal a una obra consolidada durante muchos años, sin que por ello se desvirtúe su esencia.
Blain y Sfar son ya dos autores consolidados, que gozan además de una gran credibilidad y una inmejorable reputación en el medio. Por tanto, el hecho de tener que lidiar con Blueberry, serie calificada como el mejor western de la historia del cómic por una gran mayoría de aficionados, es un reto de envergadura, en el que a priori, tenían mucho que perder y poco que ganar. Por poner otro ejemplo, no hace demasiados meses, el reputado David B. guionizó uno de los últimas entregas de la serie Alix, álbum que después de decepcionar en gran medida, ha sido condenado al ostracismo.
Para Christophe Blain, el western es terreno ya conocido. Su serie Gus así lo atestigua, resultando una de las mejores obras que ha dado el género durante los últimos años, si bien sus coordenadas se alejan bastante de las de este Blueberry. Por tanto, no es de extrañar que el dibujante se maneje con soltura y que su narrativa no decaiga un sólo instante a lo largo de todo el álbum. El tratamiento gráfico de la obra es fascinante: no tiene nada que ver con el estilo de Jean Giraud que tantas veces hemos admirado, pero tanto los personajes como los lugares y el entorno resultan tremendamente convincentes. Eso sí, como en tantas obras de Blain, el color es un elemento fundamental y juega un papel totalmente relevante en el resultado final y a la hora de mostrar un acabado algo más realista al que nos tiene acostumbrados.
Un argumento bien construido es otra de las piezas esenciales para poder hacer un álbum de esta serie: la trama que enfrenta a la tribu apache con la secta religiosa resulta lo suficientemente elaborada como para mantener el nivel al que Charlier nos tenía acostumbrados. Unos secundarios bien trabajados, especialmente en el caso de los personajes femeninos, completan un cuadro verdaderamente interesante. No tengo información al respecto, pero apostaría algo a que la introducción de personajes como Mister Kleinman o el predicador Dahlstrom son cosa de Joan Sfar. Su presencia se palpa en la obra, aportando ese toque que vigoriza aún más el siempre interesante planteamiento de Blain.
En resumidas cuentas, tenemos delante un álbum estupendamente trabajado, que creo que no defraudará ni a los seguidores de la serie clásica ni a los nuevos lectores. No es el Blueberry de Charlier y Giraud, claro está, pero es el de Blain y Sfar. Y sólo con decir eso ya estamos diciendo muchísimo.