NUEVOS TITANES: UNA DE LAS MAYORES SERIES SUPERHERÓICAS DE SU TIEMPO

Año 1983. La serie de los «Nuevos Titanes» ya estaba consolidada como una de las grandes del momento. En una treintena de comics Marv Wolfman y George Pérez habían logrado que los aficionados estuvieran plenamente enganchados a las aventuras de su grupo de jóvenes superhéroes.

Nuevos Titanes: los ingredientes de su éxito

Su secreto: ofrecer entretenidas y trepidante aventuras. Grandes dosis de intriga y acción que no obstante ahondaban en un gran trabajo de definición del elenco protagonista. No sólo habíamos ido conociendo sus orígenes (de alguno como Robin ya se conocía ) sino que además habíamos presenciado, número tras número, su particular forma de ser y el nutrido juego de interacciones de todo tipo entre ellos.

Había drama, humor, tragedia…amor. «Nuevos Titanes» era una de esas series donde lo más importante eran los personajes y donde el lector vivía con intensidad sus aventuras. No sólo porque fueran un estupendo muestrario de los ingredientes más representativos del género, sino porque las protagonizaban esos mismos personajes.  Además, un aspecto en absoluto baladí: esas historias afectaban personalmente a los protagonistas, les hacían madurar y crecer como personajes.

 

El Contrato de Judas

Es así como la serie llega a uno de sus momentos más reconocibles o recordados. Me refiero al arco de «El Contrato de Judas».

En este arco Wolfman, tras haber ido desarrollando poco a poco el clímax necesario desde que Terra apareciera e ingresará en el grupo unos diez números antes, ofrece al lector una historia henchida de acción, emoción y sentimientos contrapuestos.

Estoy convencido que el lector medio de la época, se agarraba al sentimiento optimista e inocente de sus queridos personajes, pese a que la tormenta que avecinaba era de las gordas.

Marv Wolfman y George Pérez: un tánden perfecto

Y Wolfman y Pérez no fallaron, demostrando que en los «Nuevos Titanes» el camino de la madurez, las más de las veces, depara choques, sucesos y resultados indeseados contra los que no cabe más que asumir, asimilar y extraer una lección de vida. Desde el primer momento Wolfman, al igual que Hitchcock en «Vértigo», revela al lector cosas que los protagonistas no saben, signo de que no le importa el simplemente darnos una sorpresa al desvelar algo que no sabíamos, sino que lo que quiere es que nos veamos atrapados por la expectativa de qué sucederá cuando todo se destape, para que asistamos fascinados a cada paso inexorable que lleva a esa revelación final a los protagonistas y que sabemos tendrá grandes consecuencias.

En estos números, Wolfman consigue incluso desplazar el interés principalmente a los villanos de la historia, entre ellos ese cautivador Deathstroke, del que conoceremos el origen. No sería justo no mencionar al otro gran campeón y artífice de ésta obra, el gran George Pérez. Sin su talento gráfico y narrativo esto no hubiera sido lo mismo. Su increíble e incomparable capacidad para crear viñetas cargadas de detalles y personajes —todos perfectamente dibujados e integrados entre si— es ya leyenda en el medio. Aquí firmó, sin duda, uno de sus grandes trabajos.

Una de las etapas más añoradas por los aficionados

Pues nada, para los que no conozcáis está serie, avisados estáis. Los que ya la conocéis de hace tiempo, seguro que la recordáis. Y aprovecho la reseña, para pedir a ECC a ver si, de una vez, le da por reeditar esto y dar continuidad a lo que empezó Planeta.

Y, si deciden empezar desde el inicio, también lo celebraré.

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