La Crisis de los 90 en el cómic americano: Marvel Comics

Todo el que lleve cierto tiempo comprando o leyendo cómic americano ha oído hablar de la crisis del cómic de los 90.  Del año 96, para ser más exactos.

Fue una crisis brutal, como pocas veces se ha conocido en el sector, quizá la más fuerte desde la provocada por el Dr. Werthan y su «Seducción del Inocente» y que estuvo a punto de llevarse por delante la industria o al menos a las grandes editoriales del cómic americano.

Siempre que se habla de esta crisis se suele culpar únicamente a la calidad de los cómics de la época, como si la calidad de lo publicado durante un periodo de tiempo concreto fuera suficiente para destruir una industria de más de medio siglo y que hasta pocos años antes había obtenido los mejores números de su historia desde la Edad de Oro —números que nunca se han vuelto a repetir—, obviando además que durante la década de los 90 nacieron algunas de las mejores obras que se han publicado en el cómic americano.

La famosa ilustración del Capitán América de Rob Liefeld, una oda a la no anatomía.

La realidad es que la crisis tuvo muchos factores y en este artículo trataré de explicarlos, poniendo énfasis en Marvel por ser la editorial más grande e importante del mercado USA y la que mejor ejemplificó esa crisis.

Pero antes de empezar, para poder entender la situación que llevó a la crisis, hay que entender también el contexto del mercado y más, allá de eso, de la propia sociedad americana. Una sociedad consumista en la que el concepto de coleccionismo y especulación está muy arraigado. Durante años —décadas—, se había especulado con los cromos de béisbol, de hockey y de baloncesto (especialmente los primeros), llegándose a alcanzar cifras escandalosas por cromos raros, antiguos o de jugadores legendarios. Este es un mercado en sí mismo, con mucha tradición en Estados Unidos y que en España no podemos entender realmente porque no existe nada parecido.

Ese mercado se trasladó a principios de los 90 al mundo del cómic. Cada vez más y más gente ajena al medio (especuladores) compraban números 1 de nuevas colecciones, ediciones limitadas o especiales con la esperanza de que se revalorizaran y poder así revenderlas al cabo de pocos años con un gran beneficio. La gente compraba cinco copias de cada número sin entender que algo se revaloriza por la escasez y un cómic con millones de copias en el mercado difícilmente se convertiría en una rareza pero, aún así, las ventas subían más y más.

Otro factor fue la inundación de títulos (de una calidad ínfima) que Marvel primero y DC después pusieron en el mercado para intentar ahogar a Image y al resto de independientes que surgían (Malibu, Valiant) y para seguir manteniendo el nivel de ventas que había tenido con los chicos de oro: Lee, Liefeld y Mcfarlane.

Liefeld, Mcfarlane y Lee

Estos dibujantes habían llevado a la editorial a un volumen de ventas nunca visto en la industria desde la Edad de Oro, y su marcha a Image obligó a los editores a seguir esta estrategia para intentar mantener los números, cosa que no funcionó.

La política de eventos, aunque relacionada con la anterior, ha de ser nombrada aparte. Esta fue la década de los grandes eventos anuales; La muerte de Superman, La Era del Apocalipsis, La caída del Murciélago o La Saga del Clon y otros eventos, se dieron casi en paralelo, historias diseñadas para atraer atención mediática (la muerte de Superman salió hasta en el telediario) alargados hasta el límite para exprimir al aficionado hasta el último momento, y que se repetían cada verano ocupando un tercio del año sin dejar espacio a que las tramas individuales de una colección se desarrollaran.

La llegada de nuevos competidores en el campo del entretenimiento es otro factor que en su momento no se tuvo en cuenta pero, visto en perspectiva, fue el inicio de la situación en la que nos encontramos hoy: la videoconsola Play Station se puso a la venta en 1994 en Estados Unidos, dos años antes del estallido de la crisis.

La subida del precio de los cómics fue otro de los factores; la inflación y el cambio de papel del poroso de toda la vida (más barato) al satinado por la generalización del color infográfico hizo que desde 1991 al 1996 el precio de un comic book Marvel o DC pasara de 1.00$ a 1.50 o 1.95$ según los casos, hasta un 100% más caro. En 1999 se llegaría a los 2,50$ por grapa.

La reestructuración de las compañías, en el caso Marvel, radical; cuando quedó claro que el descenso ventas era algo constante y preocupante en la Casa de las Ideas se optó por sustituir a un editor jefe que tomara la decisiones por cinco «editores de línea» que se encargaban independiente de las cinco partes en que quedó dividida la editorial tras el relevo de Defalco:

Bob Harras en Mutantes.

Mark Gruenwald en los Vengadores y la parte Cósmica.

Carlos Potts en línea Epic.

Bob Budiansky en línea Spiderman.

Bobbie Chase en linea Marvel Edge, que es donde metían a los personajes que no encajaban en ningún otro lado.

En palabras de la editorial, era «sustituir a un tiranosaurio lento y cansado por cinco veloces velocirraptores». No obstante, la realidad fue que, más bien que se trataban de cinco pollos sin cabeza, corriendo en círculos y despistados, mientras las ventas seguían cayendo.

El cambio de modelo de distribución fue quizás la puntilla para Marvel; viendo como toda la atención de la industria y aficionados se centraba en Image, Marvel culpó a Diamond (la distribuidora más importante) de la situación.

Rompió relaciones con ella y compró una pequeña distribuidora local, Heroes World, que por más dinero que se le insufló, no tenía capacidad, experiencia, ni personal para distribuir los cómics Marvel a nivel nacional, ni gestionar devoluciones, ni reposiciones de tiendas situadas en lugares tan alejados como Hawai o Alaska, lo que provocó la ruina y el cierre de muchos pequeños libreros y dañó muy seriamente a la industria en su conjunto.

DC por otro lado, se mantuvo mejor. En primer lugar porque nunca tuvo un volumen de mercado tan grande como Marvel ni dependía de las ventas de sus dibujantes «hot» que huyeron de la compañía, como le ocurrió a su rival.

Además contaba con el respaldo de un gran holding empresarial (Time-Warner) mientras que Marvel estaba sola en ese aspecto, en manos de tiburones financieros como Ron Perelman que sólo querían sacar el máximo partido económico de la empresa en el menor tiempo posible.

Cuando todos estos factores se alinearon, los especuladores se retiraron de un mercado que nunca dio los beneficios que esperaban, los lectores perdieron interés en unas colecciones que, en su mayor parte, presentaban una calidad bajísima y a las que económicamente no podían seguir el ritmo dada su multiplicación y la concatenación de eventos.

De esta manera, tenemos a varios factores que explican la Crisis del Cómic en los 90. Todos estos hechos combinados dieron lugar a una tormenta perfecta que provocó la crisis. Una crisis que obligó a Marvel a declararse en bancarrota y que puso a la industria contra las cuerdas. Pasaría casi una década hasta que la industria del cómic pudiera recuperarse, pero nunca, hasta la fecha, volvió a tener las ventas y los números vistos en los 90.

Estas, y no simples cómics de mala calidad (como es indudable que hubo en esa década, como en cualquier otra, por cierto) son las razones de la crisis de los 90, una crisis que 20 años después aún se recuerda en la industria y que, visto la situación hoy día, parece que no sirvió para que esta industria en general, y Marvel en particular, aprendieran de sus errores.

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