Reseña de Cómic
Satélite Sam
de Matt Fraction y Howard Chaykin

Edición original: Satellite Sam 1-15 USA, Image Comics.
Edición nacional/ España: Dolmen Editorial

Formato: Tapa dura, 400 páginas
ISBN: 978-8417956844
Precio: 35,95 €

El cómic americano hace ya muchas décadas que se abrió a otros géneros e historias. Lo que en su momento fue un monocultivo de cómics de superhéroes, dio paso, desde los 90, a una gran proliferación de temáticas y géneros. Aún así sorprende que una historia como la que hoy comentamos haya podido desarrollarse en este medio y además hacerlo de manera tan brillante.

“Satélite Sam” es una de las mejores obras de Howard Chaykin, autor que rompió moldes con “Black Kiss” y “American Flagg” y que también ha tenido un éxito considerable dentro del cómic mainstream como en Star Wars, Blackhawko  Batman: Oscuras lealtades.

Después de unos años en los que parecía que su estrella se estaba apagando, “Estados Unidos de Histeria”, obra interesante aunque muy lejos de ser redonda, lo volvió a traer a primera línea de la actualidad ayudado, todo sea dicho, por la polémica que produjo.

Con esta “Satélite Sam” vuelve a demostrar que es uno de los mejores autores del mercado americano. Unido a Chaykin está Matt Fraction, autor que en la última década ha pasado de ser prácticamente un desconocido a colaborar en títulos con gran éxito de crítica y público como Ojo de Halcón o Sex Criminals. Juntos crean una obra que hace un fresco descarnado, y a la misma vez muy preciso, de los inicios de la televisión en Estados Unidos en unos años 50 idealizados por la sociedad americana (“The Greatest Generation “) y donde los autores nos muestran las miserias morales de la sociedad de la época a través de unos personajes que, a pesar de ser pioneros de un nuevo medio, no dejan de ser seres humanos y, por lo tanto, imperfectos y falibles.

La trama se articula en torno al asesinato de la mayor estrella de la televisión del momento, protagonista de uno de esos seriales televisivos de ciencia ficción en vivo, y de la pléyade de secundarios, directores, técnicos, guionistas, directivos etc. del canal donde se emite y sus intereses cruzados. Todo enmarcado en una época en la que los avances técnicos estaban haciendo que la televisión pasara de ser algo residual a convertirse en el medio más importante e influyente hasta la llegada de Internet.

Todo aquí está muy bien hecho, desde la atmósfera de pura serie negra hasta la representación de una época en que como la Victoriana, se favorecía la moral pública y los vicios privados, donde se nos muestran las hipocresías disfrazadas de virtud y las parafilias sexuales de unos personajes que se guían por sus impulso más básicos y que, a la postre, acaban por condenarles.

El inicio puede resultar un poco duro para el lector. Porque los autores te lanzan directamente a la trama sin preámbulos aunque la inclusión de 2 páginas de fichas de los diferentes personajes al principio del tomo ayuda bastante a situarse. De forma que durante las primeras páginas nos encontramos casi perdidos, sin contexto, en un estudio de televisión dónde se está grabando en directo el programa más exitoso de la incipiente televisión americana, una serie de ciencia ficción espacial. Dicha serie es un sosias nada disimulado de “Space Patrol”, programa real que se emitió en Unidos de 1950 a 1955, incluido el aspecto físico de sus protagonistas.

Somos testigos del nerviosismo y la tensión que impregna el momento, a pocos minutos de que empiece grabarse el episodio diario y sin que nadie sea capaz de encontrar a la estrella de la función. Aquí los autores hacen un gran trabajo; como nos meten en la vorágine, el estrés cotidiano que se produce al grabar un programa en directo, y a la misma vez utilizan la situación para presentarnos a los principales personajes y caracterizarlos a través de sus acciones y diálogos.

Chaykin hace un trabajo magistral, más que un dibujante usando un lápiz parece un cámara, cambiando de plano y guiándonos a través de los diferentes personajes y lugares: el estudio, los despachos, la calle, donde la “chica para todo” corre buscando al protagonista sin cuya presencia todo se derrumbará… Como en las mejores ficciones televisivas ese primer episodio termina con un cliffhanger qué es el comienzo real de la serie, y que no es otro que el descubrimiento de dicho protagonista muerto en una sórdida habitación, desnudo, rodeado de fotos de mujeres y juguetes sexuales.

A partir de aquí la trama se centra en el hijo del protagonista (miembro del equipo de rodaje pero permanentemente oscurecido por la sombra de su padre) que, en la mejor tradición del género negro, empieza a investigar su muerte y las circunstancias en las que se produjo, descubriendo la realidad de su progenitor —una mucho más oscura y sólida de la que nunca pudo imaginar— y el mundo sucio y depravado en el que este vivía, del que todos los miembros de la producción de una manera u otra formaban parte.

Es una muy buena historia, que a pesar de sus 15 números no se hace para nada larga, con un ritmo muy medido, y una galería de personajes simplemente genial, desde el guionista gay que se ve chantajeado por uno de los miembros del elenco, hasta el presidente de la cadena, obsesionado por llegar a nivel nacional, la esposa de este, una niña rica que vive por y para el sexo, la coprotagonista, una cristiana renacida con un pasado muy poco edificante o el secundario celoso y amargado ex estrella de Broadway, que se avergüenza de su trabajo en el programa pero al que necesita pertenecer.

A nivel de guion y habiendo seguido la carrera de Chaykin desde hace muchos años, resulta claro que su colaboración en el guion va más allá de plasmar el dibujo las ideas de Fraction y, aunque este aparece formalmente como el guionista único, está claro que Chaykin, que por edad estuvo más cerca de los inicios de esta era, ha tenido mucho que decir. Aún así, no se puede menospreciar el trabajo del guionista de Sex Criminals, donde sus diálogos y situaciones, marca de la casa, son perfectamente reconocibles.

El dibujo, en glorioso blanco y negro, nos devuelve al mejor Chaykin, uno al que hace tiempo daba por perdido, y que aquí nos da una muestra genial de su trazo. A primera vista puede parecer rudimentario y lejos de la belleza de otros de sus contemporáneos pero, cual Simonson, tiene una fuerza que lo impregna todo y que, apoyado por una tramas mecánicas y digitales muy acertadas hace un fresco perfecto no solo de una época, sino de la psicología de esta. Si se le puede poner alguna pega está en los rostros de los personajes, ya que el trazo grueso de Chaykin hace al principio difícil diferenciarlos, pero después de pocas páginas, y a través de los diálogos, el lector se sitúa y deja de ser un problema.

En conjunto una gran serie, presentada en un tomo de gran calidad y tamaño oversized  con extras interesantísimos destacando, sobre todo, una larguísima conversación entre ambos autores donde repasan el origen, las influencias y la idea para esta serie, dónde nos damos cuentas de lo bien documentada y el trabajo que hay detrás, dando todo ello un título que se pone por méritos propios entre lo mejor publicado en nuestro país en el 2020.

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