Entrevista Comicverso
Belén Ortega:
«En Francia hay autores buenísimos, pero no tienen el marketing de Marvel»

Foto de José Enrique Cabrero
Foto de José Enrique Cabrero

La historia de la dibujante y guionista Belén Ortega (Granada, 1986) podría ser la de cualquier joven empeñado en triunfar en un sector precario, como es el del cómic en España. Después de poner patas arriba la escena del manga nacional en 2011 con Himawari (Planeta), la joven andaluza tuvo que apretar los dientes y superar más de un bache que estuvo cerca de obligarla a abandonar los lápices. Situación que se solventó, en buena medida, gracias a Pájaro Indiano (Norma). Una propuesta que recuerda con especial cariño y que la sirvió para acceder al mercado franco-belga. Después de trabajar en varios proyectos de éxito, como Marc Márquez: La Historia de un Sueño (Norma) o Millenium (Norma), la artista lleva cerca de un año colaborando con Marvel. Comicverso habla con ella sobre su carrera y lo que espera del futuro a nivel profesional.

Tu carrera comienza gracias a las series de anime…

Las primeras inspiraciones vienen de ahí. Ahora ya una se siente un poco abuela; en mi época no era como ahora, que con las redes sociales y esas cosas todo ha cambiado mucho.

Bueno, tu época es casi la misma que la mía…

Claro, si en el fondo no somos muy mayores, pero al final todo ha cambiado tanto y tan deprisa. La única vía para ver anime era la televisión, y por ahí acabé saltando después al manga.

¿Cuáles eran los animes que veías?

Los que ponían a finales de los noventa en Canal Andalucía o Canal +. Como Ruroni Kenshin (El Guerrero Samurái), Sailor Moon o Dragon Ball. Aunque Dragon Ball mis padres no me dejaban verlo porque decían que era muy violento.

Empecé con estas. Más tarde, en el instituto, como no tenía dinero para comprar los mangas, empecé a pedirle a amigos míos que hacían series como Naruto que me los dejasen para leer.

¿Qué es lo que te hace comenzar a dibujar?

Para mí, cuando era cría, el anime era como un chute de droga. También me gustaban Spiderman o Batman, pero esto tenía una magia especial. Era una especie de mundo aparte. Resultaba muy exótico. En este sentido me acuerdo mucho del mundo de las Magical Girls, que creo que es donde el género ha conseguido captar a muchas niñas por el hecho de que los personajes fueran chicas y magas. Resultaba un contenido muy rico.

He leído que la clave de la creación de Himawari, tu primera obra, fue el anime El Guerrero Samurái

Sí. A raíz de ver el anime, que creo que lo echaban los sábados por la mañana en Canal +, pude descubrir la cultura samurái y su historia y me interesé por ella. Además, en paralelo, me encantaba la música japonesa. Era el bicho raro de la clase (se ríe).

¿Los videojuegos también te interesaban?

No, la verdad es que nunca me llegaron a enganchar. Mis padres tampoco era algo que fomentasen. Pero realmente nunca pensé en tener una consola. Mis primos tenían una PlayStation y yo ni siquiera llegué a pedirla.

Sea como fuere, Himawari es una obra que fue madurando y creciendo con los años. Pasa de un puñado de bocetos a un manga corto de nueve páginas y de ahí a una obra completa. ¿Hay algo de la protagonista en Belén Ortega?

(Se ríe) Uff, por suerte nada. No me veo. Como guionista he plasmado cosas en mis obras que he visto en el mundo real; sobre situaciones o personas. Pero la verdad es que nunca he intentado retratarme a mí misma en alguno de mis personajes.

En Himawari, que está ambientada en el Japón feudal, traté de contar una historia de venganza y lo que esta supone para la vida de los protagonistas. También busqué la dualidad entre los dos hermanos, Himawari y Shunya.

Pero sigue siendo una chica fuerte y capaz de defenderse. Tanto a ella como a su hermano…

Quería invertir los roles de género. Por eso hice que el hermano fuese más sensitivo mientras que Himawari es todo lo contrario. La más beligerante es ella. Su única motivación es la venganza. Por eso también la sexualidad de Shunya es la que es.

Arte para la portada de Himawari. Por Belén Ortega

¿Cómo de difícil fue desarrollar la obra?

Terminarla fue muy duro. Por entonces el manga se pagaba muy mal en España, como todo. Esto es algo que seguramente te va a decir cualquier creador: En este país no se paga bien nada.

Después de Himawari entré en un proyecto independiente al que le dediqué años. Era la continuación de una película estadounidense. Se llamaba Bitch Slap y al final no terminó de cuajar. Pasé unos años en la sombra. Fue un bache difícil, porque, además, yo estaba empezando mi carrera. Me costaba mucho encontrar trabajo.

Además, venías de ganar varios premios y mucho reconocimiento con Himawari.

Al ser un proyecto que no tenía fecha de entrega y estaba financiado por el productor de la película todo se terminó diluyendo. Al final no me pagaron nada.

Dos años trabajando gratis…

Creo que me adelantaron 1.000 euros o algo así. Pero sinceramente ni me acuerdo. El primer número de los ocho que iba a haber estaba ya prácticamente terminado cuando finaliza el proyecto. Tampoco hubo ningún rencor ni terminé mal con la gente que había detrás; pero fue una experiencia que me marcó mucho. Minó un poco mi ilusión por el oficio. Esperábamos que el cómic fuese un bombazo y tuvo el peor final posible. Fue un bache importante. Estuve a punto de dejarlo.

¿A punto de dejar el cómic?

Sí, porque después de esto no me salía nada. Te das cuentas de que hay facturas que pagar y no me llegaba. Me estaba quedando sin ahorros y sin nada. Todo cambia cuando hago Pájaro Indiano, que me abre las puertas para hacer después el cómic de Marc Márquez.

¿Con qué te ganas la vida mientras tanto?

En ese momento trabajaba de forma esporádica con algunos estudios. Siempre he ido combinando trabajos de ilustración. En 2013 me fui de casa de mis padres y también tuve que probar de camarera. Trabajé en un restaurante en el que me trataron peor que a un perro. Me denigraron de tal forma que me negué a pasar por lo mismo otra vez y decidí esforzarme por dedicarme a lo que realmente quiero.

Por lo que dices, Pájaro Indiano se convierte en la obra clave para que no abandones el oficio.

Sí, sin duda.

Abandonaste el Japón feudal de Himawari y ambientaste el cómic en la Costa Brava, que es donde tú te encontrabas viviendo por entonces. Además, lo enmarcas en el siglo XIX. ¿Cómo de importante es para ti la documentación histórica a la hora de crear estas obras?

No sé si tendrá que ver con que soy muy melancólica (se ríe), pero me gusta mucho documentarme. Me apasionan ese tipo de cosas, lo que pasa es que es un trabajo bastante complicado. En el caso de Himawari lo disfruté mucho, porque a mí me interesaba bastante el Japón feudal. Con Pájaro Indiano fue lo mismo. Acababa de llegar a Cataluña y estaba viviendo en Calella de Palafrugell. Me apetecía estudiar el pueblo.

Sin embargo, no siempre es así. Como me pasó en el caso del cómic de Marc Márquez, porque las motos no me interesan nada (se ríe). Aunque al final acabé cogiéndole el gusto.

Página de Pájaro Indiano. Por Belén Ortega

De Pájaro Indiano me llamó mucho la atención que lo hiciste en apenas cuatro meses para presentarte a un concurso de Panini. A contrarreloj.

Sí, efectivamente. Justo después de dejar el trabajo en el restaurante del que te hablé antes fue cuando me enteré de que Panini iba a hacer un concurso. Yo me enteré en noviembre y tenía que terminar la obra en febrero o marzo. Iba muy justa, pero pensé que aunque no ganase podría llevar lo que saliese al Salón del Cómic y tendría algo que mostrar a las editoriales.  Hacer las 68 páginas que creo que tiene el cómic en tan poco tiempo fue una locura. Agradezco mucho que unas amigas me ayudasen con el tema del color.

Y ahora está editado por Norma.

Sí, yo subía a internet cosas del proyecto y a la editorial le llamó la atención. Gracias a ello terminaron ofreciéndome lo de Marc Márquez

A pesar de que no te gustasen mucho las motos, se trata de un trabajo muy visible.

En principio me pareció un trabajo muy de encargo. Muy poco personal. Sin embargo, cuando conocí toda la historia que hay detrás de Marc Márquez aluciné. Me di cuenta de que es una historia para contar. Escucharlo todo de la boca de Marc y de su padre fue alucinante. Supuso toda una lección. Especialmente en un momento en el que yo estaba pensando en que tenía que luchar por lo mío.

Terminó siendo una experiencia muy bonita. También fue un año de trabajo para hacer las 130 páginas que componen la obra. Y estaba bien pagado, especialmente teniendo en cuenta lo que se paga aquí en España.

Página de Marc Márquez: La Historia de un Sueño. Arte de Belén Ortega

Luego llega Millenium, basada en las novelas de Stieg Larsson, que ha sido tu último proyecto largo.

Efectivamente.

¿Es igual de satisfactorio trabajar como autora completa que estar encorsetada por lo que han hecho otros?

Existe ese componente. Sin embargo, cuando a mí me dieron Millenium recuerdo que lloré, porque yo era muy fan de la saga

Yo también. Me encanta.

Claro. Recuerdo que cuando estaba en la universidad me quedaba hasta las cuatro de la mañana leyendo los libros. Que me dieran un título con el nombre de Millenium me parecía la ostia. No es falsa modestia, pero no entendí por qué me dieron el proyecto. El trabajo que había hecho hasta ese momento no tenía nada que ver con el franco-belga. Reconozco que me costó mucho adaptarme. El primer libro de la colección fue muy complicado para mí. Con el segundo y con el tercero la cosa fue mejorando. También me vino bien para no encasillarme y aprender a ceñirme a una narración más tradicional.

Hay que tener suerte para entrar en un mercado nuevo con una obra como esta. Estar en Dupuis (la editorial que publica la colección), comenzar a viajar a Francia y conocer la industria franco-belga ha sido una experiencia preciosa. Luego, los compañeros con los que he trabajado allí me han enseñado mucho.

¿En qué andas ahora?

Ahora mismo estoy trabajando en otro proyecto con Sylvain Runberg, con quien ya estuve en Millenium, y que coguioniza Annabelle Gervais. Con Sylvain me entiendo muy bien. Desde que terminamos con Millenium me está bombardeando con proyectos para seguir colaborando. Quería continuar con él y me propuso uno en 2018 para el que realizamos unas muestras y fui a la New York Comic Con de 2018 a presentarlas. Después de muchos bandazos, la obra saldrá editada por Editions Couret y estoy volcada en ella desde principios de año.

Arte de Belén Ortega para el primer libro de Millenium

También has trabajado mucho para terceros en campañas publicitarias. ¿Satisface igual a nivel creativo?

Depende. Yo tengo la suerte de que me llega trabajo casi todas las semanas. El cómic es lo que me da la estabilidad, pero según la época también estoy abierta a otras cosas. A principios de año realicé un trabajo para Cofidis. Íbamos a promocionar a un atleta paralímpico para las Olimpiadas, pero con el tema de la pandemia finalmente no salió adelante. Algo así sí que me motiva.

Luego hay otro tipo de encargos, como la ilustración que hice para una canción de Lola Índigo, que también he disfrutado mucho. Llevo un tiempo notando que los dibujantes comenzamos a ser más visibles en otros ámbitos. Normalmente un cantante no cogería un dibujo para su portada a no ser que fuese algo muy Jordi Labanda.  Ahora se ven más oportunidades y ayudan a salir de la cueva en la que nos encontramos en el gremio, aunque ni de coña te paguen lo que vale tu trabajo.

Cuando Lola Índigo compartió la ilustración que habías hecho no te cito y te molestó. Al final es la realidad de muchos artistas gráficos y fotógrafos, aunque cada vez estén menos invisibilizados.

La polémica que se montó en redes por lo de Lola Índigo no la entendí. Y muchísimo menos entendí toda la mierda que me cayó. Estuvieron un mes acosándome en redes. Fue tremendo. Y fíjate que lo único que dije es que me daba pena que tuviésemos que mendigar la acreditación del trabajo. Yo no tengo nada en contra de ella. Sé que Lola Índigo no lo hizo con mala fe. Pero es obvio que el trabajo gráfico se tiene que acreditar. Y al final se lo tienes que ir pidiendo a los demás…

Que es algo triste, ¿no?

Exacto. Yo no tendría por qué pedirle a ella que me acreditase cuando han sido ellos los que han venido a mí, porque llevan más de un año intentando hacer una colaboración. No se entiende esa forma de actuar. Es como el ejemplo que me ponías antes de los fotógrafos. Todas las imágenes se deberían firmar, porque no se generan solas.

Hay que hacer hincapié en que las cosas llevan un trabajo y unas horas. Cuando tú llegas a un acuerdo con alguien para que te haga una ilustración o una foto, no estás pagando porque se haga en una hora. Pagas por todos los años de experiencia para que yo consiga hacerte el trabajo con esta calidad. Y eso es algo que no se valora.

El año pasado empezaste a trabajar para Marvel.

Efectivamente, empecé haciéndoles varias portadas y luego ya me empiezan a llamar para hacer algunas páginas en series regulares. Las primeras las hice para Spiderman: Miles Morales. Después también hice algunas para Guardianes de la Galaxia . Ahora mismo estoy con los números 23, 24, 25 de Capitana Marvel, en los que voy a hacer cinco páginas en cada uno.

Portada variante de The Amazing Spider-Man #50 elaborada por Belén Ortega

¿Cómo entra en contacto Marvel contigo?

Fui a la New York Comic Con de 2018 y moví mi trabajo durante el evento. A mí me apetecía mucho probar el mercado americano. Pero me siento mucho más identificada con lo que se hace en Europa.

¿A la hora de que los guiones y el dibujo estén más pulidos?

A ver, no quiero hacer ningún agravio comparativo. Pero Francia tiene una forma de hacer tebeos mucho más pausada y dota de más contenido a las obras. Se le dedica mucho tiempo al arte gráfico y a que todo esté bien. Sin embargo, Estados Unidos es una máquina de hacer cómics. Hay unos mínimos, evidentemente, pero ves páginas que no entiendes cómo han podido ser aceptadas. Al final van corriendo, porque el número tiene que estar en imprenta puntual cada mes.

Es un engranaje sobre el que, además, el autor no tiene ningún tipo de control. En Francia eso tampoco es así. No es que una cosa sea peor y otra mejor, pero en Estados Unidos al final te sientes más como el empleado de una empresa, porque tienes que hacer 20 páginas en unas semanas concretas y es lo que hay. En Francia el ambiente de trabajo es más bohemio.

También, por otro lado, Estados Unidos es un buen sitio para ponerte a prueba. Y hay que reconocer que Marvel y DC son un escaparate mundial increíble. Compañeros que llevan muchos años en esto, como Carlos Pacheco, dicen que Marvel ya no es la editorial en la que acabas, sino la editorial por la que pasas.

Sí, puede ser.

Con los años ha cambiado un poco el sistema. Ahora mucha gente pasa por ahí exclusivamente para hacerse un nombre. Antes los autores lo que querían era hacer carrera en Marvel y quedarse allí. En mi caso lo que quiero es pasar, pero mi fin no es hacer necesariamente una serie. También te reconozco que la vida da muchas vueltas. Nunca sabes lo que va a pasar. Ahora mismo tengo propuestas, pero no sé muy bien cómo va a terminar mi periplo por las Américas. De momento, donde me pagan muy bien, me siento muy cómoda y trabajo con tiempo es en Francia y con el proyecto que estoy haciendo con Sylvain.

¿Te da pena que el cómic franco-belga o el español, que también tiene mucho trabajo detrás, no llame tanto la atención como el estadounidense?

Sí, ahí has tocado un tema que me afecta especialmente. A raíz de empezar en el mercado franco-belga y conocer la cantidad de gente increíble que está allí trabajando, no entendí cómo era posible que no estuviesen más reconocidos. En Francia hay autores buenísimos, pero que no tienen el marketing de Marvel.

No quiero que suene como que digo que una cosa es mejor que la otra, pero hay dibujantes muy mediocres trabajando en el mercado americano a los que se les conoce mucho más que a otros que son capaces de hacer maravillas con los pinceles. En Estados Unidos los dibujantes a veces solo saben dibujar una cosa, mientras que los artistas del franco-belga son súper completos. Te hacen el color, el guion y el dibujo. Son completamente multidisciplinares. Pero no tienen el apoyo de una gran empresa.

En Francia cada uno crea lo suyo.

Efectivamente. Hay espacio para todos y no te sientes en competencia directa con nadie. Mientras que en Estados Unidos es muy fácil acabar quemado. Yo lo sé por muchos compañeros que han estado ahí luchando y no han conseguido lo que querían porque el editor de turno ha decidido confiar en otro. A mí, sinceramente, luchar por ese caramelo no me interesa. Pero lo dicho, uno no sabe lo que va a ocurrir en el futuro.

No cierras la puerta.

Exacto, no sé lo que va a pasar en uno o dos años.

A lo mejor estás dibujando la serie regular de Capitana Marvel…

Puff, a saber (se ríe). Me encanta ese caramelo.

Belén Ortega en cinco preguntas

Dime un cómic que te haya marcado

La Espada del Inmortal

Un cómic que te gustaría crear

Tengo ganas de retomar el tema samurái. Pero no sé ni cuando ni cómo.

Una serie de Marvel o DC para trabajar

Es que si te digo algo es como hacerte un spoiler de lo que pueda pasar.

Hazme el spoiler, yo no voy a decir nada

(Se ríe) No, qué va. A ver, por no gafarlo voy a decir que Star Wars, que me encantaría, aunque es muy jodido de dibujar.

Un consejo para alguien que quiera dedicarse al cómic en España

Tienes que tener muy claro que quieres dedicarte a ello. Son muchas horas trabajando solo en casa. Hace falta paciencia, esfuerzo e inteligencia para saber dirigir tus pasos.

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